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Sí, ayuda. Pero convertir la palabra en el centro y la causa de todo no pasa de ser un remedio con efecto transitorio. Violencias, conflictos y guerras no son solo asunto de palabrería, como tampoco lo son las múltiples formas de contenerlos. Claro, por algo hay que comenzar. Por eso se entiende el clamor popular de desactivar verbos, adjetivos y pandectas. Un clamor que debe apuntar, sin excepción, a todos los que han propiciado este ambiente hostil e irrespirable, so pena de radicalizar si el reclamo es parcializado. Y aquí nadie está libre de pecado.
Decía Galtung, el investigador de conflictos sociales, que la virulencia verbal es la punta del iceberg de otras violencias directas, pero también de las estructurales y culturales. A veces la palabra es su catarsis; a veces, su sublimación. Siempre será menos grave un madrazo a un balazo. Otra cosa es su normalización.
Pero silenciarla, acallarla o mimetizarla sin transformar el entorno forma parte de eso que Galtung llama la paz negativa. Quizás no sea suficiente con dulcificar el vocabulario si al tiempo no se reconfiguran los contextos de injusticia, subdesarrollo, inequidad y la construcción creativa de resolución de conflictos donde prime, como decía Mockus, el valor sagrado de la vida aún en medio de polarizaciones.
La paz positiva, aun entre diferencias, requiere acciones concretas que deberían partir de dejar de utilizar tragedias y víctimas para provecho propio o de su partido, dejar de autovictimizarse, dejar de señalar al otro como el instigador, dejar de lado el oportunismo en momentos como este, donde las campañas son lo menos importante.
Más que manifiestos o buenas intenciones para morigerar decires, lo que necesita el país son demostraciones, y obras son amores. Bastaría, por ejemplo, pecando de ingenuos, una reforma laboral consensuada en el Congreso, en medio de los más duros debates, antes que el tal decretazo oficial o la desobediencia de la oposición. A menos que los intereses de algunos sean la violencia total, en la que las palabras también son lo de menos… @marioemorales
