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Y no aprenden. O hacen como si no lo hicieran. Por eso la opinión pública de oposición sigue sin acertar con la marcación de agenda por parte del gobierno Petro. A ellos, expertos en propiciarla, les gana la rabia por la impredecibilidad del presidente, no obstante que los mantiene ocupados con una dieta reiterativa que logra que se obsesionen con el árbol nuestro de cada día y se olviden del bosque, donde acuna la efervescencia de las masas.
Lo demuestra la incomprensión o frustración, o las dos, por la alocución presidencial de la semana pasada. En plenas negociaciones por el egoísta y lesivo paro camionero, la oposición esperaba, a juzgar por sus trinos, la declaración del estado de conmoción, ruptura de conversaciones o disolución violenta de bloqueos ilegales, pero no como solución a la presión indebida de camioneros oportunistas, sino como oportunidad de poner a Petro contra la pared por contradecir sus principios de contemporización.
A cambio recibieron la confirmación, a punta de datos y sin adjetivos, del riesgo en el que estuvo lo que nos queda de democracia en el pasado desgobierno. Que el Estado espíe ciudadanos es solo comparable a otras rupturas institucionales como la retoma del Palacio de Justicia o la confirmación de miles de falsos positivos, de cuyos efectos nefastos nunca nos libraremos.
La obsesión por pillar, señalar o publicar otro “escándalo” del gobierno le bajó el nivel de atención a semejante denuncia, propia de repúblicas bananeras, de las que se quejan con aspavientos esos opositores cuando miran a la derecha del mapa.
Fue una alocución que sigue trazas de las anteriores: marcar agenda aquí para que resuene afuera, así sea con inconvenientes repeticiones de discursos pensados para escenarios presenciales y carentes de lenguaje audiovisual. Para todo lo demás está X, cuya misión es reaccionar a la coyuntura, exacerbar ánimos, agitar adeptos, contradecir publicaciones, incluso sobrepasando límites éticos de la majestad presidencial.
Sí, una estrategia repetida e intensificada a raíz de los magros resultados de las encuestas recientes pero que funciona, especialmente porque sus adversarios no terminan de conocer a Petro, a pesar de su predictibilidad.
