Lo primero que tiene que reconocer el Gobierno Petro es que fue, cuando menos, artífice de la marcha en su contra. Colaboró con esa rara mezcla de improvisación y tardanza, en la que uno no sabe cuál es cuál, en decisiones y nombramientos; con esa algarabía de funcionarios disueltos en verborrea, demostrando su inexperiencia e impertinencia; con la apertura de tantos frentes de acción, imposibles de coordinar y de digerir; y, como se ha dicho acá, con la ausencia de un plan de comunicación coherente y eficiente.
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Lo primero que tiene que reconocer el Gobierno Petro es que fue, cuando menos, artífice de la marcha en su contra. Colaboró con esa rara mezcla de improvisación y tardanza, en la que uno no sabe cuál es cuál, en decisiones y nombramientos; con esa algarabía de funcionarios disueltos en verborrea, demostrando su inexperiencia e impertinencia; con la apertura de tantos frentes de acción, imposibles de coordinar y de digerir; y, como se ha dicho acá, con la ausencia de un plan de comunicación coherente y eficiente.
El resto lo hicieron las fake news y la posverdad que todavía causan efecto en poblaciones mayores y en regiones como Antioquia y vecindarios, pero demuestran su desgaste como estrategia de oposición. Curioso que marchantes no supieran por qué marchaban, por ejemplo, la exreina de belleza haciendo su balance de “los primeros tres meses de gobierno”, o que repitieran retahílas del trío de odio, Cabal-Valencia-Miguel Uribe. Este se tomó a pupitrazo sucio los decires del Centro Democrático, según dicen sus copartidarios, otrora dóciles pero no ingenuos para entender que los mentados ya arrancaron sus aspiraciones presidenciales, así sea con el pie izquierdo, como lo demuestra la vulgar copia de la estrategia petrista de redes y marchas cuando eran oposición.
Contribuyó a la languidez de la marcha, a la que no salieron tantos como esperaban organizadores ni tan pocos como querían en el Gobierno, la hábil maniobra —o coincidencia— de llevar a Petro a la apertura de la frontera, con lo que la agenda mediática se difuminó. Dejan ver que están corrigiendo —así lo refuerza la reunión de esta semana para evaluar las comunicaciones, de la que deben salir regaños a funcionarios vitrineros— unificación de discurso sobre temas centrales, claridad en conceptos, freno a declaraciones reactivas que hacen resonar críticas alucinadas y hasta la posibilidad de establecer voceros mientras el gabinete se dedica a trabajar lejos de la tentadora luz de los medios.
Ya saben que el que habla mucho se equivoca mucho y que en los 100 días su misión es producir obras y no otras marchas.
@marioemorales y www.mariomorales.info