Cada día y cada hora cuentan. Por eso no se entiende la tardanza o distancia de quienes tienen las riendas de nuestros destinos, comenzando por el Gobierno Nacional, para tomar decisiones que atenúen la expansión del coronavirus.
La suspensión del ingreso de extranjeros no residentes, de cruceros y de clases presenciales, así como el cierre de fronteras, han demorado demasiado, a pesar del espejo en otros países.
A última hora, y obedeciendo más a presiones de la opinión pública, se han comenzado a tomar medidas severas que infortunadamente no obvian otras de corte más draconiano.
Opacado por el accionar de los alcaldes, especialmente la de Bogotá, el presidente Duque sigue con su aire de ausente, al parecer más ocupado en otros menesteres, como el “ñeñeescándalo” que lo toca directamente, que de la salud de sus conciudadanos.
Fiel a la doctrina uribista de privilegiar odios y venganzas, le faltó grandeza al negarse a concertar una solución directa con el gobierno venezolano, dejando abiertas múltiples puertas clandestinas de contagio.
También se ha tardado Claudia López en disminuir el pico y placa en Bogotá, lo que empuja a aglomeraciones en Transmilenio con el riesgo permanente de contagio masivo. Entre dos males hay que escoger el menos peligroso, más aún con una medida que ha demostrado ineficiencia para mejorar la calidad del aire.
Tampoco se entiende la negligencia de la administración del aeropuerto El Dorado o de sitios que reúnen a más de 50 personas para tomar precauciones. Pero no son los únicos; dejamos ver de qué estamos hechos con esos jóvenes indolentes de rumba mientras el planeta se derrumba, con acaparadores y especuladores de víveres y elementos de cuidado, con quienes estigmatizan a los primeros contagiados, con quienes se arman a más no poder como en Estados Unidos, o con quienes, en redes o medios, distribuyen contenidos mentirosos, alarmantes o crueles que solo contribuyen a la zozobra.
¿Qué nos pasa? En situaciones extremas se puede ver cuánto de nobleza y cuánto de ruindad es capaz de albergar el alma humana.
@marioemorales y www.mariomorales.info
Cada día y cada hora cuentan. Por eso no se entiende la tardanza o distancia de quienes tienen las riendas de nuestros destinos, comenzando por el Gobierno Nacional, para tomar decisiones que atenúen la expansión del coronavirus.
La suspensión del ingreso de extranjeros no residentes, de cruceros y de clases presenciales, así como el cierre de fronteras, han demorado demasiado, a pesar del espejo en otros países.
A última hora, y obedeciendo más a presiones de la opinión pública, se han comenzado a tomar medidas severas que infortunadamente no obvian otras de corte más draconiano.
Opacado por el accionar de los alcaldes, especialmente la de Bogotá, el presidente Duque sigue con su aire de ausente, al parecer más ocupado en otros menesteres, como el “ñeñeescándalo” que lo toca directamente, que de la salud de sus conciudadanos.
Fiel a la doctrina uribista de privilegiar odios y venganzas, le faltó grandeza al negarse a concertar una solución directa con el gobierno venezolano, dejando abiertas múltiples puertas clandestinas de contagio.
También se ha tardado Claudia López en disminuir el pico y placa en Bogotá, lo que empuja a aglomeraciones en Transmilenio con el riesgo permanente de contagio masivo. Entre dos males hay que escoger el menos peligroso, más aún con una medida que ha demostrado ineficiencia para mejorar la calidad del aire.
Tampoco se entiende la negligencia de la administración del aeropuerto El Dorado o de sitios que reúnen a más de 50 personas para tomar precauciones. Pero no son los únicos; dejamos ver de qué estamos hechos con esos jóvenes indolentes de rumba mientras el planeta se derrumba, con acaparadores y especuladores de víveres y elementos de cuidado, con quienes estigmatizan a los primeros contagiados, con quienes se arman a más no poder como en Estados Unidos, o con quienes, en redes o medios, distribuyen contenidos mentirosos, alarmantes o crueles que solo contribuyen a la zozobra.
¿Qué nos pasa? En situaciones extremas se puede ver cuánto de nobleza y cuánto de ruindad es capaz de albergar el alma humana.
@marioemorales y www.mariomorales.info