Es sobrecogedor, por decir lo menos. Macabro, para ser fieles a la definición del término que lo relaciona con la fealdad de la muerte y la repulsión que puede causar. La aparición de cadáveres de los que no se tenía noticia, y la desaparición (otra más) de los que supuestamente estaban documentados, termina de envilecer el proceso de reconstrucción de verdad en torno a la masacre del Palacio de Justicia.
Han sido 25 exhumaciones en las últimas tres décadas, al cabo de las cuales, increíblemente, siguen desaparecidas, por lo menos, siete personas, pero pueden ser nueve. Intercambiados han aparecido los restos de cinco personas, pero al mismo tiempo, los restos de dos más han “desaparecido”, es decir, no han aparecido hasta ahora, porque fueron confundidos con los de otras víctimas.
Algunos de esos restos han sido llorados y velados por familiares que habían comenzado su duelo antes de descubrir que no correspondían a sus deudos, y ahora ven inermes que su pena se duplica por los errores o manipulaciones a la hora del levantamiento de los cadáveres.
Es una pesadilla sin fin como la que viven los parientes de las víctimas de la masacre de Bojayá, cuyo número final se desconoce. Mientras las cifras iniciales hablaban de 109, otras fuentes hablan de 79 y unas más, de 89.
Doloroso que en medio de esos números y de esas imprecisiones no se vislumbren las penas y calvarios de familias enteras que no tienen la menor noticia de los suyos y están condenadas a un duelo eterno. Como lo están en otras docenas de masacres que han dejado más de 60.000 desaparecidos por razones políticas en los últimos 45 años, más de 10.000 en la última década.
Moraleja. Compiten la Alo y el sistema Metro por ser las promesas más manoseadas e incumplidas por politiqueros y negociantes del transporte en el último medio siglo. ¿Algún día sabremos los verdaderos intereses de esas dos utopías sin las cuales la capital seguirá bloqueada?
@marioemorales y www.mariomorales.info
Es sobrecogedor, por decir lo menos. Macabro, para ser fieles a la definición del término que lo relaciona con la fealdad de la muerte y la repulsión que puede causar. La aparición de cadáveres de los que no se tenía noticia, y la desaparición (otra más) de los que supuestamente estaban documentados, termina de envilecer el proceso de reconstrucción de verdad en torno a la masacre del Palacio de Justicia.
Han sido 25 exhumaciones en las últimas tres décadas, al cabo de las cuales, increíblemente, siguen desaparecidas, por lo menos, siete personas, pero pueden ser nueve. Intercambiados han aparecido los restos de cinco personas, pero al mismo tiempo, los restos de dos más han “desaparecido”, es decir, no han aparecido hasta ahora, porque fueron confundidos con los de otras víctimas.
Algunos de esos restos han sido llorados y velados por familiares que habían comenzado su duelo antes de descubrir que no correspondían a sus deudos, y ahora ven inermes que su pena se duplica por los errores o manipulaciones a la hora del levantamiento de los cadáveres.
Es una pesadilla sin fin como la que viven los parientes de las víctimas de la masacre de Bojayá, cuyo número final se desconoce. Mientras las cifras iniciales hablaban de 109, otras fuentes hablan de 79 y unas más, de 89.
Doloroso que en medio de esos números y de esas imprecisiones no se vislumbren las penas y calvarios de familias enteras que no tienen la menor noticia de los suyos y están condenadas a un duelo eterno. Como lo están en otras docenas de masacres que han dejado más de 60.000 desaparecidos por razones políticas en los últimos 45 años, más de 10.000 en la última década.
Moraleja. Compiten la Alo y el sistema Metro por ser las promesas más manoseadas e incumplidas por politiqueros y negociantes del transporte en el último medio siglo. ¿Algún día sabremos los verdaderos intereses de esas dos utopías sin las cuales la capital seguirá bloqueada?
@marioemorales y www.mariomorales.info