Una vez más, el mundo se enfrenta a las consecuencias de haber permitido que un narcisista adicto al poder, dinero y fama asuma el gobierno de un país, en este caso, del más poderoso del planeta.
No es porque los otros presidentes estadounidenses no hayan sido peligrosos, pues -de hecho- Obama lanzó más misiles sobre otras naciones que Trump.
Pero, de haberse quedado en el mundo empresarial sería la misma horrorosa persona, sólo que con menos influencia de la que otorga ser “comandante en jefe”, que -además- fungió como el líder de los grupos que representan a lo peor de la humanidad y que se sienten orgullosos de su bárbaro supremacismo.
Por fortuna, en menos de una semana ya no estará más en dicho cargo y para quienes consideramos que este planeta puede ser un mejor lugar gracias a la diversidad seguirá un largo camino por evitar que en nuestros países ganen ególatras y extremistas similares.
La salida de Trump marca, en Colombia, el arranque de una carrera presidencial anticipada por la pérdida absoluta de esperanza de que el actual gobierno vaya a actuar sensatamente frente a las necesidades de la población.
Obliga, entonces, a analizar meticulosamente a las personas detrás de los discursos. Los programas políticos, casi sin excepción, son hermosos; hablan de unidad, futuro, equidad, decencia, humanidad, esperanza, grandeza y mejoras. ¿Se puede creer en estos? Depende quiénes los representan, quiénes rodean a la dirigencia política y quiénes financian sus campañas. Al menos dos criterios pueden ser útiles para escoger bien en 2022:
1. ¿El liderazgo político se da en escenarios de trabajo colectivo? Los proyectos de nación no surgen de héroes, sino de la cooperación. A los líderes políticos se les debe juzgar por sus esfuerzos en construir movimientos comunitarios, sociales y políticos amplios, capaces de incluir a personas con visiones diversas. Así, es más fácil que puedan conformar gobiernos que piensen en las diferentes necesidades de la población, no solo en los intereses de pequeños grupos de poder. Quienes anhelan el dinero deben dedicarse a los negocios, no al Estado.
2. Se necesita construir un proyecto político capaz de propagar mensajes y ejemplos de empatía, solidaridad y unidad. Nada positivo, en términos económicos y sociales, surgirá de la polarización, el odio y la ambición personal desmedida. Ningún liderazgo ubicado en los extremos políticos e ideológicos promoverá el crecimiento y la equidad, los dos retos más apremiantes del país en estos momentos.
Es más sano apostarle a proyecto capaces de pensar e incluir caminos alternativos, sin fanatismos. Estamos a tiempo.