Si bien los expertos pueden detallar cómo llegar de forma más eficiente a un objetivo de política pública, solo son los ciudadanos los que pueden -a través de la democracia- decidir qué sistema tributario se diseña según el tipo de país quieren tener.
Con la chambona reforma tributaria que entró en vigencia este año, el panorama político es bastante claro: castigamos más a los sectores que impulsan la economía, a los que crean puestos de trabajo y a los que lideran la transición energética. También ponemos a pagar mucho más a las personas que ya están pagando muchos impuestos porque no aumentamos la base gravable, a las personas más pobres a través de los impuestos a los alimentos industriales y a las personas que responsablemente ahorran parte de sus ingresos para construir un patrimonio.
Cuando una persona usa el sudor de su trabajo para obtener ingresos le tiene que pagar a Papá Estado no solamente parafiscales cuando le entra el sueldo, sino renta cuando lo declara, 4*1000 cuando lo transfiere e IVA e impoconsumo cuando lo gasta. Como si fuera poco, la reforma tributaria actual le aumenta los impuestos cuando lo ahorra y le da rendimientos (con el impuesto a los dividendos) y también le muerde una parte a lo ahorrado con el impuesto al patrimonio así usted no tenga un solo peso de utilidad. Mientras el mundo está debatiendo sobre cómo reducir el “doble impuesto” a un mismo hecho económico con la renta y el impuesto a los dividendos, acá aprobaron una reforma tributaria que sube los dos primeros, consolida el tercero e instaura el cuarto.
El hecho político es muy sencillo: a la par con los batazos que le dan al sector productivo, se mantienen los privilegios a los profesores de universidades públicas, las exenciones de renta a las clases medias altas que son receptoras de la mayoría de los beneficios de bienes públicos y a la industria de los actores de novelas que le hicieron campaña al actual gobierno.
Si en el escenario político sigue lloviendo, en el lado técnico no escampa. La misión de expertos tributarios de 2015 -donde participó el actual ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla- señaló que el impuesto al patrimonio era “antitécnico” y esta reforma tributaria resolvió que lo que había que hacer era incluirlo. Los expertos de Corficolombiana estimaron que los impuestos a los alimentos aumentarían la inflación hasta 40 puntos básicos, y ahí quedaron. La OCDE ha señalado la necesidad de tener impuestos de recaudo permanente, pero más del 15 % del recaudo de este año vendrá de impuestos transitorios.
El 60 % de los recursos vino de una sola fuente, que es el subsuelo, pero el informe de peritazgo del profesor Francisco Azuero de Econometría muestra las graves dudas que tiene esta ley teniendo en cuentas las Tasas Efectivas de Tributación y la mordida del gobierno (government take). Muy grave sería si la corte declara estos tributos exequibles, más grave es que el gobierno se los esté gastando cuando no está claro si va a poder contar con ellos en el futuro.
Los carboneros, por ejemplo, en 2019 y 2020 obtuvieron pérdidas, pero igualmente pagaron impuestos onerosos. El sector bancario necesita más competencia, pero la tributaria le puso una sobretasa del 5 %, que no solo será transferida en parte a los usuarios, sino que dificulta la entrada de nuevos competidores. Las hidroeléctricas, fuente de energía limpia, también tuvieron una adición de impuestos de 3 puntos adicionales, dificultando su viabilidad financiera. Ni hablemos de la energía solar o del gas natural. Esta tributaria, además de inconveniente y antitécnica, es anti-transición energética.
Invertir en Colombia también es mucho más difícil gracias a la tributaria. Corficolombiana estima que la reforma le aumentó el costo de capital en 3,8 puntos porcentuales. Para ilustrar ese número, si usted tiene un proyecto de, no sé, un ecohotel y hace los números, un estimado razonable es que el proyecto le dé una rentabilidad anual del 7-8 %.
Con esta ley, la mitad de la rentabilidad se la traga la gestión del gobierno por derecho divino, y la mitad le queda a usted para que pague impuestos y “disfrute” de cualquier cosa que quede después del embudo tributario. Que después no se nos haga raro que en estos años la gente desista de invertir la plata en empresas nuevas y meta todo en CDT. La falta de crecimiento habrá sido a cuenta del Ministerio de Hacienda del gobierno de Gustavo Petro.