Nos quieren gravar la pola, prima

Martín Jaramillo
01 de diciembre de 2018 - 06:00 a. m.

Tras el fracaso de la propuesta de gravar con IVA la canasta familiar en la ley de financiamiento, mi prima y yo celebramos el espacio que hay para discutir las grandes reformas que se enfocan más en reducir los gastos que en aumentar los impuestos. También creemos que es una excelente oportunidad para buscar más equidad tributaria, que las empresas tengan más libertad de hacer negocios y que sean las personas quienes paguen la gran porción de los impuestos.

Llegaron las noticias tristes. Veremos a más de un amigo afectado, incluyendo a los desinteresados de la política. Ahora las propuestas tienen en la mira a la cerveza: “Prima, ¡a tu padre y a mí nos quieren gravar la pola!”.

Discutir de impuestos es casi tan serio como hablar de comprar cerveza, sobre todo ahora que nos la quieren gravar. Todo el que se ha tomado un par de polas en la vida sabe que si todos toman, todos ponen. En impuestos estamos discutiendo quién va a poner plata, cuánta, cómo se va a cobrar y en qué se va a gastar. Dice mi prima que quien más debe poner es quien más tiene, y tiene razón, pero los impuestos a las empresas son una pésima herramienta para lograr ese objetivo.

Las decisiones que afectan a toda la comunidad no se pueden debatir únicamente en la jerga de economistas que ni el viceministro de Hacienda logra explicar bien. Al contrario, sería útil pedirle a minhacienda que explique lo que pretende hacer en los términos más sencillos, así como para mi prima. Así no tendrían cómo meternos sapos, hacernos conejo con la rebaja de impuestos o pasarnos la cuenta de cobro a los contribuyentes de la mala gestión del Estado.

Y debemos ser sinceros, explicar las cosas bien: una empresa no es más que una entidad legal; unos papeles en una cámara de comercio: “Prima, una empresa no puede pagar impuestos, pues no es la empresa sino las personas las que dejan de comprar una bolsa de leche adicional, una raqueta de tenis para la prima o una moto para ir al trabajo. Las personas son las que hacen los sacrificios, las personas dejan de gastar lo que el Gobierno confisca en impuestos, la empresa simplemente puede cobrarlos en nombre del Estado”.

La empresa solo los cobra, pues siempre pagan las personas de carne y hueso: o pagan los consumidores cuando el producto sube de precio, o los trabajadores teniendo un sueldo más bajo, ya que producen menos ganancias con el mismo trabajo; o el dueño del negocio, que al tener menos ganancias tiene menos recompensa por emprender.

Quien termina pagando esos impuestos depende de la elasticidad de la oferta y demanda y no de la equidad o de la justicia, como uno quisiera. La evidencia de esto es el estudio del Instituto de Adam Smith que estima que los trabajadores terminan pagando el 57,6% del impuesto corporativo.

“¿Entonces los impuestos a las empresas no son impuestos a los ricos?”, me preguntó mi prima. “Prima, les cobramos impuestos a las empresas con la ilusión de que ninguna persona se verá afectada, o que serán los ricos, pero terminamos crucificando a los trabajadores”.

Ojalá este intento de aumentar impuestos tenga la atención y el rechazo de más personas, así sea sólo porque nos van a gravar la pola.

#EconomíaParaMiPrima

@tinojaramillo

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