Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
EL PRIMER PARQUE NACIONAL DE Colombia, Parque Nacional de los Guácharos, declarado en 1960, es una pequeña área de apenas 9.000 hectáreas, que nació con el objetivo de preservar un complejo de cuevas en las que habita el guácharo, un pájaro nocturno.
En contraste con este primer área, en 2013 el Gobierno amplió el Parque Nacional de Chiribiquete, convirtiéndolo en una de las áreas protegidas más extensas del planeta, 300 veces más grande que el primero. Un territorio tan grande como Bélgica, que genera una gran conectividad del piedemonte y la llanura amazónica.
En Colombia, y a nivel mundial, se ha desarrollado el concepto de áreas protegidas como espacios para conservar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. Cada vez más, se busca un manejo de paisajes con áreas protegidas interconectadas, con usos más compatibles con la conservación a través de diferentes figuras de protección y del ordenamiento territorial. Sin embargo, la variabilidad climática nos está mostrando que las áreas protegidas tienen un valor mucho más importante: son una solución natural frente al cambio climático.
Por esta razón, el pasado 13 de agosto, Colombia y otros 14 países de la región dieron un paso significativo para fortalecer los sistemas de áreas protegidas como estrategias de adaptación y mitigación al cambio climático. En Lima, Perú, los representantes de la Red Latinoamericana de Parques Nacionales —Redparques— firmaron una declaración en la que sellaron sus compromisos de cara a la Cumbre de Cambio Climático que tendrá lugar en París a finales de 2015, donde se firmará un nuevo acuerdo global que le haga frente al calentamiento de la Tierra.
Hasta ahora, las áreas naturales protegidas no han recibido el reconocimiento que merecen en las negociaciones internacionales contra el cambio climático. Los bosques, humedales y áreas costeras protegidas son nuestro principal escudo contra los efectos devastadores que está teniendo y tendrá este fenómeno. Estos ecosistemas proveen agua, almacenan CO2 en la vegetación y el suelo, y regulan el clima. Nos protegen de los fenómenos climáticos extremos como las inundaciones y las sequías, pueden disminuir la velocidad del viento, mitigar el impacto de las mareas altas y la subida del nivel del mar. Además, aumentan las reservas de agua subterránea por infiltración.
Sin duda, Colombia tiene en sus manos la solución natural contra el cambio climático. El 51 % de su territorio está cubierto de bosques y sus 59 parques naturales declarados hasta hoy, representan más de 11 % del territorio continental. Hay importantes avances, y también mucha tela por cortar para fortalecer, ampliar y proteger estos territorios.
El país es consciente de esta oportunidad. En el Plan Nacional de Desarrollo se comprometió a aumentar la cobertura de áreas protegidas nacionales en el marco de los compromisos internacionales. El Gobierno Nacional anunció que antes de terminar su período, un total de 2,5 millones de hectáreas quedarán bajo alguna figura de protección a nivel nacional o regional. Sin duda será uno de los mayores logros ambientales de los últimos años.
La Cumbre de París es un escenario ideal para posicionar el rol de las áreas protegidas en la lucha común frente al cambio climático. En el mundo hay más de 3.000 áreas protegidas que suman un territorio similar a China e India juntas. Estos territorios, inigualables por su diversidad biológica y sus paisajes únicos, son el escudo que necesitamos para protegernos frente a los fenómenos climáticos extremos que vienen en camino.
