Más de 45 grados de temperatura registrados en Puerto Salgar.
Casi 4.000 incendios forestales que han devorado miles de hectáreas en todo el país. Cerca de 285 municipios afectados por el desabastecimiento de agua, con racionamientos en ciudades del tamaño de Medellín, Cali, Santa Marta y Cúcuta. Más de 260.000 hectáreas agrícolas afectadas por la sequía y una inflación para algunos alimentos que alcanza el 30%. Ríos que han desaparecido del mapa y otros que presentan los registros más bajos de los últimos 15 años y se acercan a mínimos históricos. Un nivel de embalses de hidroeléctricas de apenas 28%. Y el fantasma del apagón que ronda con cada vez más fuerza.
El fenómeno del Niño de 2015-2016 se perfila como el segundo más fuerte de la historia. Colombia puede terminar perdiendo miles de millones de pesos y enfrentar en algunas regiones graves emergencias sanitarias y de seguridad alimentaria. Un desafío que llega solo cinco años después del agresivo fenómeno de La Niña de 2010, que le costó el equivalente de 2.2% del PIB. Más que coincidencias, estos son gritos del planeta, que nos indican que el cambio climático está aquí para quedarse con fenómenos naturales más intensos, más frecuentes y más impredecibles.
Es urgente tomar medidas. El ahorro de agua y de electricidad en las casas, las oficinas, las fábricas, las fincas y las minas es imprescindible. Pero no solo en tiempo del Niño. Tiene que ser un hábito permanente, de lo contrario estas necesidades básicas se van a volver un costo difícil de asumir para los hogares y las empresas.
Es además urgente que el país le meta el acelerador a las energías renovables. Si bien 70% de la electricidad del país es hidroeléctrica, la situación que atraviesa muestra que somos cada vez más vulnerables. Hay que apostarle a la energía eólica, masificar la energía solar, cuyo costo en los últimos cinco años ha disminuido en un 80% y 60%, respectivamente. Si América Latina y el Caribe explotaran sus enormes posibilidades renovables no hidroeléctricas, podría proveer 20 veces más la demanda de electricidad prevista para 2050. La Comisión de Integración Energética Regional cifra en 20 gigavatios el potencial eólico de Colombia, 1,5 veces que lo que consume actualmente Colombia. Sería un contrasentido no apostarle a las renovables.
Colombia está emprendiendo el camino para hacerle frente al Cambio Climático. El año pasado se comprometió a reducir el 20% de sus emisiones para 2030 con base en un escenario proyectado, está socializando la política nacional de cambio climático y recientemente lanzó el Sisclima, que permitirá una mayor coordinación de las iniciativas climáticas a nivel regional y nacional. Sin embargo, necesitamos con urgencia diversificar la matriz energética de aquí a 2020 y no tener todos los huevos en el mismo canasto.
Este año, más que cualquier otro, La Hora del Planeta toma todo su sentido. El próximo 19 de marzo, durante una hora, millones de personas en 174 países se unirán al movimiento ambiental más grande del mundo y apagarán la luz como un compromiso para reducir su consumo energético y buscar un estilo de vida más sostenible. En Colombia, la crítica situación energética le da a esta acción una dimensión que va más allá de lo simbólico. Es la oportunidad para que se manifieste la sociedad civil y deje claro que es urgente tomar acciones contra el cambio climático, el mayor desafío de nuestra generación. Las responsabilidades y el tamaño del reto son enormes. Pero si no actuamos, ya sabemos qué nos espera. Hay soluciones, hay caminos, hay esperanza. Llegó la hora del cambio.
*Directora de WWF-Colombia