Siempre me gustó que el nombre de mi religión fuera un adjetivo que significa que todo lo abarca. Era católica y quise ser católica, alguien que participa en la diversidad. Como escribió James Joyce en Finnegans Wake: "Católico significa 'aquí vienen todos'".
Así que me entristece ver a la Iglesia católica volverse tan poco católica, tan resuelta a probar lealtades, a controlar mentes y a perseguir habladurías. En lugar de abarcarlo todo, la jerarquía eclesiástica se ha vuelto toda restricción.
Fue difícil superar la extraña inquisición contra las abnegadas monjas estadounidenses a las que empujó el deshonrado cardenal Bernard Law. Law, exjefe de la arquidiócesis de Boston, huyó a un refugio lujoso en Roma en 2002, después de que se supo que protegió a sacerdotes que abusaron de miles de niños.
La locura continuó cuando un sacerdote estadounidense admitió la semana pasada que procreó un hijo con una amante. El reverendo Thomas Williams pertenece a los Legionarios de Cristo, la orden fundada por el notorio sacerdote mexicano Marcial Maciel, un compinche de Juan Pablo II, quien murió salpicado de acusaciones de haber abusado sexualmente de seminaristas, procreado varios hijos y haber abusado de algunos de ellos.
La invitación a Kathleen Sebelius, la secretaria de servicios de salud y humanos, para que hablara en una ceremonia de graduación en la Universidad Georgetown el viernes pasado, encendió el tonto más reciente. La exgobernadora de cabello canoso es una católica practicante que tiene esposo y un hijo que se graduaron de Georgetown. Sin embargo, debido a que luchó para obtener un mandato federal para la cobertura de anticonceptivos y píldoras del día siguiente en los seguros médicos, Sebelius está en la lista negra de un organismo católico conservador de Virginia que busca prohibir la participación de oradores que apoyen los derechos de los gais o el aborto en centros educativos católicos.
“Recuerden, Georgetown no tiene ningún club neonazi ni de cabezas rapadas en el campus; no debería haberlos”, dijo Bill Donohue, el presidente de la Liga Católica, en Fox News. “Pero tienen dos –¡dos!– clubes proaborto en la Universidad de Georgetown. Ahora traen a Kathleen Sebelius. No traen a ningún antisemita, ni deberían. No traerían a un racista, ni deberían. Pero traen a una campeona proaborto, y no deberían”.
El cardenal de Washington, Donald Wuerl, calificó la invitación de “impactante” y censuró al rector de Georgetown, John DeGioia. Sin embargo, DeGioia se rebeló contra la censura dogmática.
Al hablarles a los graduados, Sebelius evocó el discurso de JFK en el que afirmó que los organismos religiosos no deberían buscar imponer su voluntad mediante la política. Señaló que el debate polémico es una fortaleza de Estados Unidos, y agregó que en otros lugares “un dirigente entrega un edicto y entra en vigor. No hay debate, no hay crítica, no hay evaluaciones”.
Igualito que en el Vaticano.
La intolerancia absoluta es siempre un signo de incertidumbre y de pánico. ¿Por qué perseguir a todo el mundo, si no porque eres débil? A la Iglesia no parece importarle si las creencias de sus miembros se basan en la fe o en el temor, en la convicción o en la coerción. Pero, ¿cuál es la cualidad de una creencia que existe sencillamente porque es impuesta?
Aquí no perseguimos las herejías. Les damos la bienvenida.
* Columnista de ‘The New York Times’.