En lo económico y social, el presidente Duque va a cerrar el año con “broche de oro”. Según sus palabras: “1) Mayor crecimiento económico en 115 años. 2) Aumento real del salario mínimo en 50 años. 3) Educación pública superior gratuita para los estratos 1, 2 y 3. 4) Mayores ventas sociales de vivienda en la historia. 5) 500.000 jóvenes en acción en todo el territorio. 6) Récord de más de 40.000 títulos de propiedad entregados en 2021. 7) Diecinueve granjas solares por 700 MW, récord anual en expansión de energía renovable. 8) Cuatro vías de cuarta generación, que además se suman al cruce de la cordillera Central. 9) Tres días sin IVA que dinamizan el consumo. 10) Nueve millones de beneficiarios de programas sociales”. A estos innegables logros, el periodista Juan Lozano (El Tiempo, dic. 27/21), le agrega algunos más como el avance significativo en la vacunación, un Ejército, Fuerza Aérea y Armada tonificados, eficaces y motivados, y una Policía Nacional consciente de sus retos y responsabilidades con importantes resultados operativos que han contribuido a tener la menor tasa de homicidios y secuestros en 40 años.
A Duque, que heredó el legado más tóxico que cualquier presidente en las últimas tres décadas, le tocó arreglar un descuadre institucional y financiero sin precedentes. Lozano afirma: “Con mezquinos propósitos políticos, algunos se han dedicado a sembrar odios y resentimientos y, de manera contraevidente, a desconocer cualquier logro oficial pretendiendo generar en los colombianos un sentimiento de caos, de tal manera que los votantes, sobre todo los más jóvenes, sientan que en la Colombia de hoy nada vale la pena y opten por apoyar una opción que ponga patas arriba las instituciones y nos lleve hasta la antesala de la Venezuela de hoy”.
Es prudente, sin embargo, distinguir entre los logros netamente coyunturales -es decir, con implicaciones a corto plazo- con los estructurales, que tienen efectos duraderos y a largo plazo. Al autor de esta nota le preocupa el aumento del mínimo por encima de la inflación y la productividad. En 1963, el ministro de Trabajo del momento, Belisario Betancur, aumentó el salario mínimo en Colombia de $300 a $420, un incremento del 40 %. Lejos de lograr los efectos sociales y económicos esperados, la inflación se disparó desde 6,9 % en 1962 a 32,41 % en 1963, y con ello se diluyó prácticamente todo el ajuste esperado. El aumento actual del mínimo solo fue del 10 %, pero nos puede conducir a una inflación del 8 % y a un aumento en la informalidad. El dinamismo en el consumo no se compensa con el menor recaudo en los días sin IVA. Finalmente, no basta dar educación pública gratuita, cuando dicha educación -al mantenerse rehén de Fecode- es y seguirá siendo de pésima calidad.
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Apostilla: el candidato del Pacto Histórico, Gustavo Petro, aparece en un video llamándole la atención a su equipo por el hecho de que Rodolfo Hernández les está arrebatando la bandera de la corrupción. Sugiero comedidamente que Petro, de manera similar a un video anterior en el que Petro con júbilo y regocijo recibía “fajos y fajos” de billetes, haga un “pronunciamiento” reafirmando su compromiso contra la corrupción, al lado de los dos intachables senadores que son manos izquierdas y alfiles políticos.
¡Ni a La Luciérnaga se le ocurriría algo más gracioso!