Cerrejón tendría una conversación diferente
Hace unos días la empresa Cerrejón, una de las principales mineras de carbón térmico a cielo abierto en el mundo, entró en huelga. Según informes de prensa, más que la convención colectiva, en estos momentos lo más relevante para los trabajadores es el cambio de turno. Los trabajadores de Cerrejón no es que estén huérfanos de beneficios: además de excelentes salarios, gozan de muchos privilegios como becas de excelencia universitaria y de pregrado y posgrado para hijos de trabajadores. Pero el objetivo de este artículo no es discutir los méritos o deméritos del pliego laboral, sino señalar que creo que el enfoque tanto de los sindicatos como de la empresa es equivocado. Lo que los sindicatos y Cerrejón deben tener es una conversación radicalmente diferente. La razón para que esta conversación sea diferente es que el carbón térmico es un producto cuya demanda en el corto y mediano plazo está seriamente amenazada y cuyo precio no tardará mucho en desplomarse. La demanda está en duda no solo por el altísimo grado de contaminación y consecuentemente por los altos impuestos que tendrán que pagar quienes lo sigan consumiendo, sino porque las alternativas limpias al carbón térmico ya, de hecho, se han vuelto mucho más económicas.
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Hace unos días la empresa Cerrejón, una de las principales mineras de carbón térmico a cielo abierto en el mundo, entró en huelga. Según informes de prensa, más que la convención colectiva, en estos momentos lo más relevante para los trabajadores es el cambio de turno. Los trabajadores de Cerrejón no es que estén huérfanos de beneficios: además de excelentes salarios, gozan de muchos privilegios como becas de excelencia universitaria y de pregrado y posgrado para hijos de trabajadores. Pero el objetivo de este artículo no es discutir los méritos o deméritos del pliego laboral, sino señalar que creo que el enfoque tanto de los sindicatos como de la empresa es equivocado. Lo que los sindicatos y Cerrejón deben tener es una conversación radicalmente diferente. La razón para que esta conversación sea diferente es que el carbón térmico es un producto cuya demanda en el corto y mediano plazo está seriamente amenazada y cuyo precio no tardará mucho en desplomarse. La demanda está en duda no solo por el altísimo grado de contaminación y consecuentemente por los altos impuestos que tendrán que pagar quienes lo sigan consumiendo, sino porque las alternativas limpias al carbón térmico ya, de hecho, se han vuelto mucho más económicas.
El connotado analista Mauricio Cabrera Galvis, en un artículo de junio del 2019, hace los siguientes comentarios: “El futuro del carbón es más negro que el color del mineral que sale de la tierra. Me refiero al futuro económico, no porque se agoten las reservas y disminuya la producción, sino porque va a disminuir el consumo y caerán los precios… La Unión Europea va más retrasada, pero se ha fijado la meta de cerrar todas las plantas generadoras a carbón, que hoy producen el 20 % de la energía de la región. En Estados Unidos, en lo corrido del siglo, el consumo también ha caído de 1.100 millones a 690 millones de toneladas, y el pronóstico es que en dos años va a disminuir otros 100 millones de toneladas. El menor consumo ya está afectando los precios, que este año han caído 30 %, en claro contraste con la recuperación de los precios del petróleo, y no se espera que se recuperen en el corto plazo. Un negro futuro para el que no estamos preparados”.
Desde la fecha del artículo de Cabrera las cosas han empeorado. Durante el primer semestre del año, la minera Cerrejón reportó pérdidas por $368.000 millones. El segundo semestre puede ser aún peor. No hay poder humano que pueda obligar a una empresa a operar en rojo; cuando una compañía ve que las pérdidas recurrentes son estructurales y no coyunturales, cierra. Y cerrar, señores sindicalistas, me temo que puede ser la única salida de las empresas de carbón térmico en Colombia (y eventualmente en el mundo entero). Por lo tanto, la conversación de Cerrejón y las otras empresas con los sindicatos, conversación que siendo necesaria no va a ser nada fácil, debe girar alrededor de cómo preparar y reentrenar a las decenas de miles de trabajadores del sector que eventualmente van a quedar en el asfalto. ¿Es posible reentrenar a los trabajadores del sector, enseñarles otra forma de pescar? Por supuesto que lo es, pero se requiere un enorme esfuerzo por parte de la empresa y de los trabajadores, que, acompañados de la academia, expertos en diferentes campos, docentes y coaches en muchas especialidades, hagan un monumental esfuerzo en lograr que la meta de reentrenamiento sea una realidad. ¡La disyuntiva es que todos conversan o todos pierden!