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“Un gobierno lo bastante grande para darte todo lo que quieres es lo bastante grande para quitarte todo lo que tienes”: Tomás Jefferson.
Hace unos meses, Alejandro Salazar y su hijo Sebastián publicaron un excelente libro, Colombia ganadora. Para los autores hoy el país atraviesa un periodo de bajo crecimiento económico, crecientemente endeudado y con un Estado paquidérmico, ineficaz, disociado de las necesidades ciudadanas y de la realidad de sus regiones e incapaz de financiarse sostenible y profundamente.” Al anverso de la moneda, los autores simultáneamente señalan una serie de factores por las que no debemos dejarnos atrapar por el pesimismo: “Colombia como país tiene un potencial ganador inmenso, hoy reprimido, secuestrado por paradigmas mentales obsoletos, por una identidad nostálgica que nos ancla al pasado y por intereses creados que se benefician del statu quo”.
Para los autores, hay razones de sobra para ser optimista: “Colombia tiene la industria #9 del mundo en motocicletas, #12 en mercado aéreo doméstico, uno de los 10 neobancos más grandes del mundo (uno de los 2 de Latam ─Nu, el otro, es brasilero y fue fundado por un colombiano─) y ha sido el país de más rápido crecimiento en hard discounts en el mundo, y de lejos el líder en Latam, donde se decía que estaba condenado a ser un país de tiendas y grandes cadenas… Contamos con 22 ciudades de más de 200.000 habitantes, cada una con el potencial de conectarse al mundo a su manera. Y gracias a la creciente inversión en infraestructura concomitante con ese proceso, también disponemos de unas regiones cada vez mejor conectadas entre sí. El turismo interno colombiano es vibrante, y la industria aeronáutica a nivel local es una de las 12 más grandes del mundo, un área donde la geografía ha creado una desventaja selectiva que se ha transformado en ventaja nacional”.
¿Qué es la alternativa que enfrentaremos en las próximas elecciones? Por un lado, están los que desde la izquierda y el mal llamado “progresismo” que, haciendo caso omiso de la evidente corrupción e incompetencia prevalente (remember Ungrd), apoyan el reelegir el actual modelo cleptosocialista, estatista e intervencionista caracterizado por una avalancha de contratos, generalmente opacos y otorgados a dedo. Este Gobierno ha multiplicado el número de contratistas independientes del Estado que hoy suman 723.000 (un aumento del 44 %); y un incremento en contratos por prestación de servicios (“OPS”) del 75,4 %. Nos han inundado de empleados públicos que cada día hacen menos y reclaman más.
Por otro lado, a los colombianos se les va a presentar la alternativa de elegir a aquellos que, desde el Gobierno y en el Congreso, se comprometan a desencadenar las iniciativas individuales y corporativas que inserten a la “Colombia ganadora” en el escenario mundial. Son aquellos que, firmemente convencidos que entre más omnipotente sea el Estado, más insignificante es el individuo, van a rechazar en las urnas un modelo estatista cada vez más corrupto e inepto que “desplaza al mercado, lo oprime, lo corrompe incluso en muchas dimensiones, pero tal vez más grave es que le ha ido quitando la iniciativa y el ancho de banda a una masa crítica de colombianos que son los que construyen al país”.
