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Pepe Mujica, agudo y mordaz, no vaciló en describir a Cristina y Néstor Kirchner, la pareja de sinvergüenzas que se había adueñado de Argentina: “Esa vieja es peor que el tuerto. El tuerto era más político, esta es más terca”. Pero aquella no fue la única descalificación sobre los Kirchner. En reciente entrevista, Mujica manifestó: “Ahí está la vieja Kirchner en la Argentina, al frente del peronismo. En lugar de ponerse de vieja consejera y dejar nuevas generaciones, no, está jodiendo ahí. ¡Cómo les cuesta largar el pastel!”.
Sencillo y austero, don Pepe es enemigo de montajes amañados. Mujica vive con su mujer en una sobria chacra con techos de zinc. A sus 89 años, recuperándose de un cáncer de esófago, Mujica hizo un enorme esfuerzo para recibir la más alta condecoración de nuestro gobierno: la Cruz de Boyacá. Lo que, con certeza, tanto a Mujica y a su mujer, como a los organizadores del evento, los agarró de sorpresa es que, en medio de una breve ceremonia, se pretendiera hacer un homenaje al M-19 y a seis tupamaros que presumiblemente hicieron parte de la organización terrorista. La delegación colombiana, con una bandera francesa en la que el escudo del M-19 había sido pinturrejeado a mano, nunca se percató que todos los seis tupamaros estaban muertos; y ante la más que evidente molestia de don Pepe y sus acompañantes, no les quedo alternativa diferente a envolver el simulado banderín del M-19. La peregrina intentona de homenaje sólo hubiera podido ocurrir en la espectral Comala, el pueblo en que Pedro Páramo era dueño de las tierras y de las ánimas, y en el que solo los muertos como, Eduviges Dyada, circulaban entre los vivos.
Para no tener que padecer la sentencia de Santayana en el sentido de que los que olvidan el pasado están condenados a repetirlo, es oportuno recordarles a los colombianos y los uruguayos el actuar delictivo del M-19: el 15 de febrero de 1976 fue secuestrado el líder sindical José Raquel Mercado, un afrodescendiente cartagenero de origen más que humilde. Luego de torturarlo, el M-19 —mediante un juicio sumario— lo declaró culpable y Mercado fue cobardemente ajusticiado con la anuencia de las cabezas de dicho grupo terrorista. Pese al rechazo frontal del país y de los dirigentes sindicales, hoy este vil asesinato continúa en la impunidad. Posiblemente el crimen más execrable del M-19, con 98 muertos y centenares de heridos, fue la toma del Palacio de Justicia en el que, al secuestrar a los magistrados, los terroristas pretendían juzgar al presidente Betancur por traición a la patria. En un artículo hace unos años, la senadora Paloma Valencia señalaba: “Los nexos de esta toma con el narcotráfico están documentados. El informe de la Comisión de la Verdad sobre el Palacio de Justicia establece: ‘Entre 1984 y 1985, miembros de la dirección del M-19 se reunieron en Medellín con Pablo Escobar, recibieron dineros de ese cartel y realizaron acciones criminales conjuntas…’. La idea era desaparecer los expedientes de los mafiosos que serían extraditados”.
Apostilla: El nuevo embajador designado en Tailandia es calumniador profesional, un vulgar apologista de la pedofilia y el abuso sexual. ¡Que este sujeto nos represente da entre asco y vergüenza!
