Cuenta la historia que Antonio Nariño, señalando despectivamente a sus contradictores, fue el primero que acuñó el calificativo de la “Patria Boba”. Para el columnista de El Espectador, Mauricio García Villegas, “Las pugnas constantes entre facciones políticas centralistas y federalistas que tuvieron lugar durante los 6 años posteriores al Acta de Independencia son tan poco ilustres que a ese período de nuestra historia se le ha puesto el nombre de ‘Patria Boba’”.
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El pasado 10 de enero el Gobierno, al haber delegado en su embajador en Caracas la asistencia a la fraudulenta posesión de Maduro, no sólo cohonestó la dictadura, sino que dejó en pública evidencia su endeble respeto por las reglas de la democracia y dio inicio a lo que podemos hoy denominar como la “Patria Babosa”. El canciller Murillo, con la bendición del alto gobierno, afirma que Colombia “no reconoce a Maduro como presidente de Venezuela”, pero al hacer presencia en la posesión Milton Rengifo (ujier que hoy desempaña el cargo de Embajador de Colombia en Venezuela), Colombia legitimó al sátrapa. Más que una incoherencia “cantinflesca”, como con precisión lo califica Mauricio Vargas, el gobierno inauguró a la “Patria Babosa”. Argumentan algunos que era necesario “tragarse ese sapo” al tener Colombia 2.341 kilómetros de frontera con Venezuela. Con el Perú, país con el compartimos 1.626 kilómetros de frontera, el Gobierno colombiano ha prácticamente congelado toda relación, haciendo caso omiso al autogolpe de Estado que el aspirante a dictador, Pedro Castillo, pretendía adelantar. ¿Arrogancia con los débiles y mansedumbre con los poderosos?
En diciembre del 2010, Juan Manuel Santos elevó a Hugo Chávez a la categoría de su “nuevo mejor amigo”, asumiendo que dicha cercanía —farisea y fingida— le iba a facilitar el embrionario proceso de paz que estaba iniciando con las FARC. Igual que como le ocurrió a Santos, este Gobierno se equivoca si cree que la continuidad de los chavistas en el poder va a contribuir a la paz en Colombia. El narcoterrorismo (incluyendo, por supuesto, al ELN) no solo han sido huésped ilustre en Venezuela, sino que ha ido consolidando su control territorial, generando para el gobierno chavista pingües utilidades producto del narcotráfico y de la minería ilegal. Desde la llegada del chavismo al poder, los narcoterroristas son y seguirán siendo un cogobierno en Venezuela.
Apostilla 1: Días antes de su lúgubre despedida, Biden retira a Cuba de la lista de los países que patrocinan al terrorismo, olvidándose de que Cuba es el principal patrocinador de la dictadura venezolana. Por lo visto el ostracismo de EE. UU. no se aplica a los países patrocinadores de los Estados narcoterroristas.
Apostilla 2: A la izquierda asentada en su pedestal moral le van a cobrar la incoherencia con la dictadura de Maduro. Como bien afirma el columnista Therry Ways: “Uno de los argumentos más fecundos de la izquierda latinoamericana es la condena a los dictadores australes. ¡Y resulta que tanto denunciar a tiranos como Videla o Pinochet para acabar validando a uno igual o peor que ellos! Esa es la consecuencia de esa caries de la moral que consiste en tolerar, e incluso admirar, en el bando propio los defectos que condenan en el bando opuesto”.
