Duflo, Banerjee y Kramer: rompiendo paradigmas
Acierto de la Academia Sueca el otorgarle el premio Nobel a tres destacados economistas, Esther Duflo y Abhijit Banerjee, de MIT, y Michael Kremer, de Harvard, quienes han estudiado cómo funciona la economía de los pobres y cuáles son sus motivaciones y aspiraciones. Para Banerjee, Duflo y Kramer, el paradigma de que la ayuda foránea y la apertura comercial son indispensables es errado: ayudan, pero no son decisivas. La primera no tiene el tamaño suficiente salvo para puntuales crisis humanitarias. Y la segunda se ve mermada porque países como China son mucho más productivos. Los galardonados descubrieron que poner más recursos o recortar el número de estudiantes por profesor tiene un impacto limitado en la educación. “Por el contrario, funciona mucho mejor si se establecen los incentivos adecuados para los profesores. Un caso: descubrieron que se podía reducir mucho el absentismo de los maestros si se les contrataba de forma temporal, renovándolos según sus resultados. También, que la mejor forma de evitar el absentismo escolar consiste en dar a los niños tratamientos contra los parásitos intestinales o lombrices, que provocan gran agotamiento en los niños y, por tanto, que falten a clase”. Banerjee y Duflo concluyeron que lo más efectivo eran los programas de apoyo a estudiantes, ayudantes para los profesores y centrarse en los niños con más necesidades.
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Acierto de la Academia Sueca el otorgarle el premio Nobel a tres destacados economistas, Esther Duflo y Abhijit Banerjee, de MIT, y Michael Kremer, de Harvard, quienes han estudiado cómo funciona la economía de los pobres y cuáles son sus motivaciones y aspiraciones. Para Banerjee, Duflo y Kramer, el paradigma de que la ayuda foránea y la apertura comercial son indispensables es errado: ayudan, pero no son decisivas. La primera no tiene el tamaño suficiente salvo para puntuales crisis humanitarias. Y la segunda se ve mermada porque países como China son mucho más productivos. Los galardonados descubrieron que poner más recursos o recortar el número de estudiantes por profesor tiene un impacto limitado en la educación. “Por el contrario, funciona mucho mejor si se establecen los incentivos adecuados para los profesores. Un caso: descubrieron que se podía reducir mucho el absentismo de los maestros si se les contrataba de forma temporal, renovándolos según sus resultados. También, que la mejor forma de evitar el absentismo escolar consiste en dar a los niños tratamientos contra los parásitos intestinales o lombrices, que provocan gran agotamiento en los niños y, por tanto, que falten a clase”. Banerjee y Duflo concluyeron que lo más efectivo eran los programas de apoyo a estudiantes, ayudantes para los profesores y centrarse en los niños con más necesidades.
El analista Moisés Naím, en un artículo publicado en el 2015, hace la siguiente reseña del libro de Banerjee y Duflo, Repensar la pobreza: un giro radical en la lucha contra la desigualdad global: “El libro está repleto de resultados que contradicen creencias muy arraigadas. Sus estudios de campo revelan, por ejemplo, que quienes viven con un dólar al día no pasan hambre. Si estuviesen hambrientos, gastarían todos sus ingresos en comida. Pero no es así. Los datos que Banerjee y Duflo recogieron en 18 países revelan que la comida representa entre el 36 % y el 79 % del consumo de los pobres que viven en el campo, y entre el 53 % y el 74 % de quienes viven en las ciudades. Y por cada 1 % de aumento en sus ingresos, solo el 0,67 % lo consumen en comida”. Para los laureados, “cada año mueren nueve millones de niños antes de cumplir cinco años y, de estos, uno de cada cinco muere de diarrea… Muchas de estas muertes podrían ser evitadas si se usaran más ampliamente soluciones de rehidratación oral, cuyos ingredientes básicos son sal y azúcar”. Lo que los galardonados han exitosamente logrado es estructurar grupos controlados para determinar las causas subyacentes de la pobreza, y el diseño y creación de incentivos adecuados y oportunos para solucionar dichas causas subyacentes.
Apostilla. Cada vez es más evidente que el aeropuerto El Dorado, entre demoras y retrasos interminables de vuelos, se ha consolidado en un gran centro comercial, con dos pistas adyacentes de refilón. El afán mercantil del concesionario de ordeñar hasta el último centavo en publicidad se hace evidente en el acceso vehicular, donde los anuncios hacen prácticamente imposible identificar el número de las puertas de entrada. Pero la mayor afrenta es que a la salida de las requisas, las tiendas “duty free” invadieron hasta el último centímetro de espacio. Al pasajero, para acceder a las puertas de embarque nacionales, le toca navegar con infinita destreza entre licor, perfumes y libros. ¡Basta ya del abuso a los pasajeros con la complicidad de las autoridades!