En su extraordinario ensayo, El camino hacia la no libertad, el historiador británico Timothy Snyder pone en evidencia la colosal equivocación del prestigioso académico Francis Fukuyama, que en su día pronosticó, al concretarse la victoria inexorable de la democracia liberal, el final de la historia. Para justificar su gobierno de oligarcas cleptómanos, Putin puso en marcha una serie de ideas del fascista Iván Illich que culminaron en la sangrienta invasión a Ucrania. Putin logró bajar del bus a aquellos soñadores que pronosticaban un futuro pacífico y globalizado. El mundo, al haber entrado en una nueva guerra que en cualquier momento puede pasar de fría a caliente, será testigo del fin de la globalización tal como la conocemos. Para un analista, “Snyder va más allá de los titulares para revelar la verdadera naturaleza de las amenazas que se ciernen sobre la democracia y la legalidad… Al mostrarnos las duras alternativas a las que nos enfrentamos -entre igualdad y oligarquía, individualidad y totalidad, verdad y mentira-, Snyder nos permite volver a comprender las bases en las que se apoya nuestra forma de vida y nos enseña el camino en unos momentos de terrible incertidumbre”.
Es importante tener en cuenta las advertencias de Snyder, dado que en Colombia hay una posibilidad, remota por supuesto, de que se imponga una variante del neofascismo esbozado por Iván Illich. Hace algunos días, las extemporáneas declaraciones de Francia Márquez dieron por terminados, ¿temporalmente?, los acercamientos del Partido Liberal y el Pacto Histórico, acercamientos, dicho sea de paso, contra natura. Como bien lo señala Lorenzo Madrigal en su última columna en El Espectador: “nadie puede entender el salto que pretendía dar el expresidente Gaviria hacia el socialismo -desde la democracia liberal-, como siguen los turistas ancianos la banderita de los guías (en este caso, conducirían al expresidente los ya iniciados Roy y Benedetti)”. El Partido Liberal, que conoce a fondo los planes de Petro, había planteado dos líneas rojas: la no convocatoria de una asamblea nacional constituyente que expida una nueva constitución y acogerse y conservar inmodificable la norma constitucional vigente sobre reelección presidencial. ¿Y por qué los liberales necesitan trazar esas líneas rojas? Porque en el muy remoto caso de ser elegido, eso es precisamente lo que Petro piensa hacer: convocar una asamblea constituyente que le permita reelegirse por lo menos durante dos a tres períodos más. La disyuntiva que enfrentamos, como lo señala Osuna, es el seguir como una república democrática o entrar al club siniestro de los dictadores de extrema.
Debemos tener claridad que en la elección que se avecina la escogencia no es entre la izquierda y la derecha, sino entre el neofascismo populista y la democracia liberal. Con Fico y su fórmula como vicepresidente, Rodrigo Lara, los colombianos vamos a decidirnos es por la libertad. Fico y Rodrigo son dos extraordinarios ejecutores que respetan la democracia participativa y a los que jamás se les pasaría por la mente convocar una constituyente para ser reelegidos indefinidamente.
Apostilla: Los neofascistas, como lo había pronosticado Orwell en 1984, no vacilan en tergiversar el lenguaje a su favor. Putin, el “Pontífice Máximo” de los neofascistas, excusa su genocidio en Ucrania argumentando que quiere acabar con los “neonazis”. Petro, versión criolla del neofascismo, descalifica a los medios que no comulgan con él como “neonazis”.