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El hierro entre las mandíbulas

Mauricio Botero Caicedo

04 de julio de 2021 - 12:30 a. m.

En la fábula El caballo, el ciervo y el cazador, Esopo cuenta: “Un caballo decidió vengarse de cierto venado que lo había ofendido y emprendió la persecución de su enemigo. Pronto se dio cuenta de que solo no podría alcanzarlo y, entonces, pidió ayuda a un cazador. El cazador accedió, pero le dijo: ‘Si deseas dar caza al ciervo debes permitirme colocarte este hierro entre las mandíbulas, para poderte guiar con estas riendas, y dejar que te coloque esta silla sobre el lomo para poderte cabalgar estable mientras perseguimos al enemigo’. El caballo accedió a las condiciones y el cazador se apresuró a ensillarlo y embridarlo. Luego, con la ayuda del cazador, el caballo no tardó en vencer al ciervo. Entonces le dijo al cazador: ‘Ahora apéate de mí y quítame esos arreos del hocico y el lomo’. ‘No tan rápido, amigo —respondió el cazador—. Ahora te tengo tomado por la brida y las espuelas, y prefiero quedarme contigo como regalo’”.

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Se trae a colación la anterior fábula porque los colombianos no estamos exentos de que nos tomen por el hocico y por el lomo. En Cómo mueren las democracias, un ensayo en el que también se cita la fábula, los estadounidenses Steven Levitsky y Daniel Ziblatt explican la llegada de los autócratas al poder: “Todo un elenco de recién llegados a la política, incluidos Adolf Hitler, Getulio Vargas en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela, ascendieron al poder por la misma vía: desde dentro, a través de comicios o alianzas con figuras políticas poderosas. En todos los casos, las élites consideraron que la invitación a tomar el poder ‘contendría’ al recién llegado, lo cual permitiría a los políticos convencionales volver a tomar el control. Pero sus planes fracasaron. Una combinación letal de ambición, temor y errores de cálculo conspiró para conducirlos a cometer el mismo error fatídico: entregar voluntariamente las llaves del poder a un autócrata en ciernes… A pesar de las inmensas diferencias entre ellos, Hitler, Mussolini y Chávez siguieron rutas hasta el poder que comparten similitudes asombrosas. Además de ser en los tres casos desconocidos capaces de captar la atención pública, todos ellos ascendieron al poder porque políticos de la clase dirigente pasaron por alto las señales de advertencia y o bien les entregaron el poder directamente (Hitler y Mussolini) o bien les abrieron las puertas para alcanzarlo (Chávez)… La abdicación de la responsabilidad política por parte de líderes establecidos suele señalar el primer paso hacia la autocracia de un país”. A aquel execrable trío de sátrapas hoy le añadiríamos el nombre de Daniel Ortega.

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Catalina Lobo-Guerrero, en su magistral ensayo sobre cómo subió Chávez al poder, explica la tragedia de un país que fue eliminando los contrapesos del poder y cooptando la justicia, el periodismo y las Fuerzas Militares hasta que quedaron solo el hambre y la represión. La autora dibuja a este personaje que le colocó las bridas y las espuelas a un país en buena parte por su personalidad histriónica, por su puesta en escena, porque era un gran showman. No podemos albergar la menor duda de que en el remoto caso de que Gustavo Petro llegue a la Presidencia, no desensillará al caballo. En 2018 él mismo lo confirmó: “Mi proyecto político es de largo plazo, pues pretende transformar el país en varios períodos de gobierno”. Petro dijo que para lograrlo se necesitan “10 años o más”. El que crea que, una vez en el poder, Petro nos va a quitar el hierro entre las mandíbulas es un iluso o un papanatas.

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