En un artículo serio, como acostumbra, el científico Moisés Wasserman relata los desafíos de la transición energética (El Tiempo, marzo 12 de 2021). Sobre dicho artículo, unos breves comentarios: el primero es que el costo de la energía solar y eólica no es que las haga solo posibles, sino que las hace más competitivas que las energías fósiles, aun no estando la “cancha nivelada”. El doctor Wasserman afirma que “dichas energías comprometen inmensas áreas de terreno”. En Colombia, los parques de energía solar cubren alrededor de 1,2 hectáreas por cada MW. En caso de llegar a instalar 21.000 MW en dicha energía para cubrir la totalidad de las necesidades energéticas limpias y renovables (excluyendo las hidroeléctricas), se necesitarían 25.200 ha, una cifra que equivale al 0,021 % de la superficie de Colombia. Tercero, que la energía solar conlleve el calentamiento global de 0,16 °C, una premisa con escaso respaldo científico, es una cifra insignificante si lo que se trata es de bajar la temperatura los 7 u 8 °C que implicaría seguir utilizando combustibles fósiles. Finalmente, las fuentes para almacenar energía limpia, entre ellas el hidrógeno verde, las hidroeléctricas y las baterías de sal líquida, no son ineficientes ni excesivamente costosas, excepto el hidrógeno.
En el anverso de la moneda está una carta pérfida y mendaz a El Espectador (marzo 12 de 2021) del presidente (e) de Naturgas en la que afirma que este columnista ignora que “la mejor forma y la más competitiva de mejorar la calidad del aire para evitar muertes y enfermedades es a través del gas natural”. Al ignorante que escribe esta nota le gustaría citar el reciente estudio de N&E, una entidad financiada parcialmente por la Comunidad Europea: “La idea de que podemos descarbonizar el transporte con gas renovable es un sueño… los vehículos de GNV producen un número elevado de partículas que está vinculado a una serie de enfermedades graves como el cáncer, el alzhéimer y las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, y cantidades especialmente elevadas de partículas ultrafinas de tan solo 2,5 nm, partículas que podrían ser potencialmente las más dañinas para la salud humana. Adicionalmente, se ha demostrado que emiten hasta tres billones de partículas por km, una cifra que está lejos de ser insignificante. Los niveles más elevados de emisiones de partículas de los vehículos de GNV suelen registrarse durante la conducción urbana, lo que resulta particularmente preocupante para la calidad del aire en las ciudades”.
El presidente (e) de Naturgas también afirma: “Manifestar que no vale la pena utilizar combustibles como el gas natural para salvar las vidas de niños y adultos mayores, que mueren por la mala calidad del aire, es una afirmación tan peregrina como errónea”. Muéstreme o retráctese, señor Sarmiento, ¿dónde aparece en mi artículo esa afirmación? En plan “perdonavidas”, el líder gremial afirma que este columnista “ignora los beneficios sociales para los cerca de 10 millones de usuarios de este energético, en su mayoría familias de estratos 1, 2 y 3”. Según reciente estudio de Harvard, en el mundo mueren más de ocho millones de personas por el CO2 producido por los combustibles fósiles. Siendo Colombia el 0,625 % de la población mundial, esto equivaldría a 50.000 colombianos. Dado que el gas natural produce 33 % del CO2 de las emisiones de los combustibles fósiles, dicho combustible es el responsable del 33 % de estas muertes. ¿Es eso lo que el señor Sarmiento llama “los beneficios sociales del gas natural”?
En un artículo serio, como acostumbra, el científico Moisés Wasserman relata los desafíos de la transición energética (El Tiempo, marzo 12 de 2021). Sobre dicho artículo, unos breves comentarios: el primero es que el costo de la energía solar y eólica no es que las haga solo posibles, sino que las hace más competitivas que las energías fósiles, aun no estando la “cancha nivelada”. El doctor Wasserman afirma que “dichas energías comprometen inmensas áreas de terreno”. En Colombia, los parques de energía solar cubren alrededor de 1,2 hectáreas por cada MW. En caso de llegar a instalar 21.000 MW en dicha energía para cubrir la totalidad de las necesidades energéticas limpias y renovables (excluyendo las hidroeléctricas), se necesitarían 25.200 ha, una cifra que equivale al 0,021 % de la superficie de Colombia. Tercero, que la energía solar conlleve el calentamiento global de 0,16 °C, una premisa con escaso respaldo científico, es una cifra insignificante si lo que se trata es de bajar la temperatura los 7 u 8 °C que implicaría seguir utilizando combustibles fósiles. Finalmente, las fuentes para almacenar energía limpia, entre ellas el hidrógeno verde, las hidroeléctricas y las baterías de sal líquida, no son ineficientes ni excesivamente costosas, excepto el hidrógeno.
En el anverso de la moneda está una carta pérfida y mendaz a El Espectador (marzo 12 de 2021) del presidente (e) de Naturgas en la que afirma que este columnista ignora que “la mejor forma y la más competitiva de mejorar la calidad del aire para evitar muertes y enfermedades es a través del gas natural”. Al ignorante que escribe esta nota le gustaría citar el reciente estudio de N&E, una entidad financiada parcialmente por la Comunidad Europea: “La idea de que podemos descarbonizar el transporte con gas renovable es un sueño… los vehículos de GNV producen un número elevado de partículas que está vinculado a una serie de enfermedades graves como el cáncer, el alzhéimer y las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, y cantidades especialmente elevadas de partículas ultrafinas de tan solo 2,5 nm, partículas que podrían ser potencialmente las más dañinas para la salud humana. Adicionalmente, se ha demostrado que emiten hasta tres billones de partículas por km, una cifra que está lejos de ser insignificante. Los niveles más elevados de emisiones de partículas de los vehículos de GNV suelen registrarse durante la conducción urbana, lo que resulta particularmente preocupante para la calidad del aire en las ciudades”.
El presidente (e) de Naturgas también afirma: “Manifestar que no vale la pena utilizar combustibles como el gas natural para salvar las vidas de niños y adultos mayores, que mueren por la mala calidad del aire, es una afirmación tan peregrina como errónea”. Muéstreme o retráctese, señor Sarmiento, ¿dónde aparece en mi artículo esa afirmación? En plan “perdonavidas”, el líder gremial afirma que este columnista “ignora los beneficios sociales para los cerca de 10 millones de usuarios de este energético, en su mayoría familias de estratos 1, 2 y 3”. Según reciente estudio de Harvard, en el mundo mueren más de ocho millones de personas por el CO2 producido por los combustibles fósiles. Siendo Colombia el 0,625 % de la población mundial, esto equivaldría a 50.000 colombianos. Dado que el gas natural produce 33 % del CO2 de las emisiones de los combustibles fósiles, dicho combustible es el responsable del 33 % de estas muertes. ¿Es eso lo que el señor Sarmiento llama “los beneficios sociales del gas natural”?