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Cuando uno va a un país como Brasil —que se está preparando para ser el cuarto productor mundial de petróleo del mundo— a decirles a los miembros de la Cuenca por la Amazonia que suspendan la exploración y explotación de combustibles fósiles, era casi obvio que, aparte de antagonizar a los anfitriones, el discurso no va a tener la menor acogida. Según el portal World Energy Trade, “el Ministerio de Energía de Brasil prevé que el país bombeará 5,4 millones de barriles de petróleo diarios (bpd) en 2029, un 80 % más que los tres millones de bpd extraídos diariamente en 2022. El constante crecimiento interanual de la producción de hidrocarburos indica que Brasil posee realmente el potencial para ampliar la producción y convertirse en el cuarto mayor productor de petróleo del mundo”. El hecho es que, lejos de suspender la extracción de petróleo, Brasil está aumentándola. En reciente artículo en La Silla Vacía, el periodista Camilo Andrés Garzón explicaba por qué el discurso contra el petróleo no caló entre los países amazónicos: “Pero el discurso del presidente Petro levantó tensiones en la reunión más allá de esas propuestas que no habían sido discutidas. Esto, especialmente, porque el presidente insistió en que hay que luchar contra «el capitalismo fósil». En su intervención en la Cumbre, dijo que hay un negacionismo de izquierda frente a qué hacer con los combustibles fósiles: «Lo que necesita el planeta es dejar atrás el petróleo, el carbón y el gas… hay otro tipo de negacionismo que es, más o menos, aplacemos las decisiones». Esas fueron palabras que causaron incomodidad en el lado brasileño de la Cumbre, como contó una fuente del servicio exterior de Brasil que pidió reserva de su nombre para no comprometer su cargo”.
Pero el caso de Brasil no es aislado: de los ocho países que comparten la Amazonia (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela), casi todos dependen en buena parte de los ingresos de la explotación de los combustibles fósiles para sobrevivir. Guyana se encamina a transformarse en uno de los principales productores de petróleo offshore del mundo y podría superar el millón de barriles por día para el 2030. Venezuela, que tiene la mayor reserva de petróleo del mundo (por encima de 300.000 millones de barriles) y una de las mayores reservas de gas natural (200.000 millones de pies cúbicos) no puede darse el lujo de abandonar los combustibles fósiles. En los últimos 50 años, el petróleo crudo ha sido la principal fuente de ingresos del Ecuador. En Perú, al representar más del 11 % del PIB, la extracción de petróleo, gas, minerales y servicios conexos es una de las actividades más importantes de su economía. En Bolivia, casi el 50 % de las exportaciones corresponden a gas natural y alrededor del 36 % de los ingresos tributarios provienen de este sector extractivo En Surinam, el hallazgo de una cantidad “significativa” de petróleo offshore coloca a la excolonia holandesa tras los pasos de su vecino Guayana.
Y si bien la transición energética se debe dar, es indiscutible que en la totalidad de los países de la cuenca amazónica los combustibles fósiles son esenciales para su supervivencia. Abandonar su explotación a corto plazo es un imposible social y económico.
