El New York Times trae esta semana un editorial en el que analiza los retos que para EE. UU. representa la transición energética. La generación solar y eólica, tanto en EE. UU. como en Colombia, no suele coincidir con los centros de consumo de electricidad y de ahí nace la enorme necesidad de hacer subestaciones y líneas de transmisión. El editorial del Times estima que los EE. UU. (una economía 66,5 veces más grande que la nuestra) necesita 47.300 millas-gigavatios de nuevas líneas de transmisión, lo que equivale a un 57 % adicional a la red existente. El editorial advierte que no solo se van a necesitar miles de millones de dólares en nuevas inversiones, sino centenares de millones de toneladas de acero, cemento y aluminio, cuya producción va a requerir enormes cantidades de gas natural. Pero para el diario neoyorquino, el mayor desafío no es la plata, ni los materiales para ampliar la red, sino la modernización del bizantino esquema regulatorio que hace que cada municipio que atraviesa las líneas tenga sus propias reglas. El editorial trae como ejemplo una granja eólica en Wyoming, propiedad de una electrificadora de Arizona. Para aprobar las conexiones, el proceso regulatorio duró 18 años y solo será entregado en el 2028. Para dicho diario, de tendencia izquierdista, llegó el momento de sobreponer los intereses de la nación por encima de los municipios y comunidades individuales. En caso de no lograrse, la transición energética será una quimera.
En Colombia existe el mismo problema, pero multiplicado por diez, ya que no solo son los municipios, sino que las comunidades, aunque sean de menos de una docena de personas, las que se sienten con el derecho de aprobar o denegar el paso de las líneas de transmisión. Buena parte de los proyectos solares y eólicos de La Guajira están paralizados precisamente por no pagar los infinitos “peajes” que hoy se toleran. En la columna de la semana pasada argumentábamos que el gas natural, no obstante ser un combustible sucio y no renovable, es esencial en la transición energética. El pretender reemplazar las térmicas de gas, sin que se hayan puesto en marcha los proyectos de generación de energía limpia, es un suicidio. Hablar sobre la transición energética y predecir el fin de la humanidad si no se hace, no tiene costo alguno: hacer la transición sí tiene un costo alto. El experto Juan Benavides estima que la transición puede costar US$38.900 millones, recursos que en buena parte puede aportar el sector privado. Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, afirma que una transición energética sin orden valdría $160 billones de aquí al 2035. ¿No será que llegó el momento de menos discursos y más acción?
Apostilla: Pedro Medellín Torres, columnista de El Tiempo, en su pasada columna del jueves hace una seria advertencia que el Gobierno haría bien tener en cuenta: “Los grupos armados ilegales ya están movilizando a las comunidades en los territorios. Tienen el dinero y las armas para hacerlo. A través de las guardias campesinas, las cimarronas y otras formas de organización social, han obligado a las autoridades a replegarse o abstenerse de atacar las economías ilegales. El modelo está demostrando su eficacia en cada vez más municipios del país”.