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La semana pasada, en el foro de Fenalco, el presidente de la Corte Constitucional Jorge Enrique Ibáñez hizo unas consideraciones que no cayeron del todo bien en el Gobierno. Según la revista Semana Ibáñez, con su acostumbrada lucidez, afirmó: “Como decía John Locke, solo es posible gobernar a la sociedad mediante leyes permanentes establecidas, promulgadas y conocidas por el pueblo, y no mediante decretos improvisados”. Ibáñez también advirtió sobre la toma de las instituciones por parte de “los autócratas que utilizan la democracia para llegar al poder y luego la destruyen por dentro para generar caos y luego imponer su dictadura; el ataque, el debilitamiento o la captura de los tribunales de justicia, entre ellos, los tribunales constitucionales y los tribunales contencioso-administrativo que tienen a su cargo el ejercicio del control judicial sobre la actividad pública”. Para el magistrado, se debe evitar cualquier camino “que nos conduzca a un oscurantismo constitucional”.
Era obvio que estas admoniciones no le iban a caer bien a un Gobierno que afirma que la división de poderes es relativa y que, entre otras, sí puede convocar una asamblea constituyente por decreto. Los llamados de atención del magistrado Ibáñez merecieron el pasado lunes la censura de uno de los principales cancerberos de esta administración, el ministro de Justicia Eduardo Montealegre, amigo de citar a pensadores alemanes con la finalidad de hacer gala de su petulante erudición y de paso descrestar calentanos. La excandidata presidencial Ingrid Betancur afirma: “Que lo critique Montealegre —el artífice de la transición a la dictadura constitucional— es el mejor reconocimiento al mérito democrático y patriotismo del magistrado Ibáñez”. Un reciente panel de la firma “Cifras y Conceptos” sobre la confianza en nuestras instituciones muestra que la Corte Constitucional es la segunda entidad en el país con el mayor índice de confianza, 76 sobre 100. Al anverso de la moneda, la que tiene el puntaje más bajo es la Presidencia de la República, 41 sobre 100.
¿Por qué es tan importante defender la separación de poderes y la autonomía de la Corte Constitucional ante los embistes del ejecutivo? El prestigioso constitucionalista, Mauricio Gaona (hijo del magistrado Manuel Gaona, inmolado en la violenta toma del M-19 al Palacio de Justicia), lo dice sin tapujos: “Hay una razón esencial por la cual el poder se divide entre ramas del poder público y las resumo de la siguiente manera: el objeto, la esencia, de la separación de poderes públicos es prevenir e impedir el regreso a las formas despóticas de gobierno, como la tiranía, la dictadura”. Gaona hace también un demoledor juicio a aquellos que pretenden subvertir el orden constitucional: “El problema no es de Constitución sino de gobernabilidad. Cuando un presidente quiere cambiar la Constitución porque no lo deja hacer lo que quiere, lo que hay que cambiar es al presidente, no a la Constitución”.
Apostilla. Es edificante ver a los integrantes de la Pedagógica –también conocida como la Piedragógica o Unicafres– redecorando el norte de la ciudad con sus capuchas, caperuzas y aerosoles multicolores.
