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La figura de Uribe, lejos de opacarse, se ha crecido

Mauricio Botero Caicedo

03 de agosto de 2025 - 12:05 a. m.

Somos como enanos a hombros de gigantes, de manera que podemos ver más que ellos y cosas más lejanas, no por nuestra agudeza de vista o altura, sino porque estamos elevados por su gran altura”

Bernardo de Chartres

En el siglo XII, el filósofo Bernardo de Chartres, observando que los avances presentes son posibles gracias al conocimiento acumulado por generaciones pasadas, reconoció que los hombres, al apoyarse en los hombros de los gigantes, pueden ver más lejos. Varios siglos después, sabios como Roger Bacon e Isaac Newton reforzaron en sus escritos lo dicho por de Chartres. Y si bien hay seres cuya humildad y virtud les permite reconocer que han cabalgado sobre la espalda de los gigantes, hay otros que son unos “pigmeos nefarios”, liliputienses que no buscan montarse en los hombros de los gigantes para ver más lejos sino, en el vano intento de ellos verse más grandes, intentar derribar a los titanes.

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Para una muy buena parte de los colombianos, Álvaro Uribe es un gigante cuyos inmensos servicios al bienestar y la seguridad de los colombianos jamás van a ser opacados por un juicio que violó el principio fundamental de la presunción de inocencia, que establece que toda duda razonable favorece al acusado. La jueza Sandra Heredia, demostrando un altísimo sesgo ideológico y político, les dio más credibilidad a testimonios de presos cuestionados que a pruebas objetivas de la defensa.

Uribe fue tratado como si debiera probar su inocencia, en lugar de que la Fiscalía probara su culpabilidad. Al expresidente, como afirman varios expertos, “se le juzgó en base a una narrativa construida con testigos dudosos, motivaciones políticas y una lectura sesgada de la ley.” En reciente artículo, el columnista José Manuel Acevedo con precisión señala las asimetrías de nuestra justicia: “Asimétrico que mientras los computadores de ‘Raúl Reyes’ y los contenidos graves que allí se evidenciaron fueron descartados por la justicia, supuestamente por no haber sido observada la cadena de custodia, hoy haya interceptaciones sin el pleno requisito legal de que son validadas dependiendo de a quién se le hacen y se bendiga judicialmente la práctica de intervenir conversaciones entre un cliente y su abogado, contrariando las convenciones de derechos humanos que como Estado hemos suscrito”.

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A medida que Uribe llegó a la Presidencia, y que con un monumental respaldo popular puso en marcha sus políticas de seguridad, salieron a flote una recua de “pigmeos nefarios” que han hecho carrera enlodando la figura del expresidente. En este abanico está un sujeto que aspira a que la condena lo catapulte del Senado a la Presidencia de la República; y un exfiscal, más conocido es por sus estrafalarias propuestas reeleccionistas y fracasos como defensor de pícaros. Estos “acusadores profesionales”, confundiendo la justicia con la revancha y dominados por la envidia y la rabia, convirtieron la meta de enterrar a Uribe en prácticamente su único objetivo, intentando instrumentalizar al aparato judicial en su favor. Su triunfo, además de pasajero, será pírrico: la figura de Uribe, lejos de opacarse, se ha crecido.

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