Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El mundo entero, Colombia incluida, ha visto una peligrosa mutación de la criminalización a la banalización del uso de la droga. Cada día se ven más funcionarios, políticos, magistrados y legisladores progres que abogan abiertamente en favor de su legalización y su uso sin restricción alguna, incluyendo en lugares públicos. Esta permisividad ha hecho que la percepción entre la población, pero muy especialmente entre los jóvenes, sea que la droga es inofensiva y, por lo tanto, establecer castigos por su uso bordea en lo ridículo, percepción que desde luego es equivocada. Un reciente artículo del New York Times afirma que el riesgo, entre los consumidores frecuentes de marihuana, de un ataque cardíaco aumenta en un 25 %, y el de un derrame, en el 42 %. Jaime Álvarez, psicólogo español, asegura que los jóvenes consumen marihuana cada vez más temprano, y en ello incide “la escasa percepción de riesgo y la banalización” de su consumo en la sociedad actual: “El consumo de cannabis en los jóvenes comienza como algo recreativo. Pero en muchos casos se convierte en una manera de evasión frente a una realidad que no les agrada, dejando importantes secuelas a medio y largo plazo, pero también -cada vez más- en el corto plazo, ya que llega a cerebros que no están preparados y que aún se están desarrollando”. Para Álvarez, la droga afecta a nivel cognitivo y en todo lo que tiene que ver con procesos de memoria, atención y aprendizaje, y perturba de manera directa la función cerebral.
En 2020, el estado de Oregón, bastión de los progres estadounidenses, lanzó la iniciativa de la “despenalización de drogas”, una ley permisiva que descriminalizaba la posesión de sustancias prohibidas, como heroína, cocaína y mentanfetamina. Tres años después del inicio de la despenalización, ante una catástrofe sin precedentes, los legisladores votaron por abrumadora mayoría la revocación de la medida 110, que le dio el inicio en dicho estado a la avalancha de muertes por sobredosis: un incremento del 61 % en fallecimientos a causa de las drogas producto de la permisiva legislación. Posiblemente el centro urbano más afectado ha sido la ciudad de Portland, que ha tenido que afrontar el aumento exponencial de personas sin hogar, protestas en las calles, huida de negocios del centro de la ciudad, homicidios disparados, expansión descontrolada del fentanilo y un rampante número de sobredosis mortales. Este cataclismo poco conmueve a los progres de Portland que insisten en las bondades de la descriminalización, sin importarles mucho que las muertes no intencionales por consumo de opiáceos en el estado de Oregón pasaran de 280 en 2019 a 956 en 2023. El precio de banalizar el consumo de drogas en vidas humanas a los progres los tiene sin cuidado.
Apostilla: con todo el respeto con Gabo, las elecciones presidenciales en Venezuela el 28 de julio van a ser una “Crónica de un fraude anunciado”. El que el Gobierno colombiano contemple la posibilidad de ser un “veedor electoral” es un exabrupto inimaginable. Convertiría a nuestro país en cómplice y cohonestador del fraude que Maduro y sus secuaces piensan adelantar. ¿Acaso hay alguien tan idiota en el globo terráqueo que ponga en duda que el ganador de esa farsa se llama Nicolás Maduro?