La salida intempestiva de Tareck El Aissami como ministro de Petróleo, uno de los cinco hombres más poderosos de Venezuela, no es un asunto menor. El autor de esta nota, al leer que Maduro anunció que iba a “desmembrar las mafias enquistadas en las más altas esferas del poder público”, cándidamente asumió que todo el equipo de Maduro pensaba renunciar y dar paso a la oposición. Lo que en realidad se trataba era de una purga en que cayeron, además de El Aissami, su mano derecha Joselit Ramírez, exjefe de la Superintendencia Nacional de Criptoactivos, el diputado Hugbel Roa, cercano al exministro, y un alcalde y varios jueces venales del estado Aragua. Todos son señalados por un presunto desfalco de 3.000 millones de dólares. Sin embargo, Reuters estima que, utilizando espurias cuentas por cobrar y criptomonedas, se han refundido 21.200 millones de dólares que equivalen al 84 % de las ventas de petróleo de Venezuela a través de PVDSA durante el 2021 y 2022.
El saqueo a PVDSA no comenzó en la época de Maduro. En 1999, año en que Chávez llegó al poder, PVDSA era considerada una anomalía porque era una compañía estatal bien administrada, con metas ambiciosas y un competentísimo equipo administrativo. Chávez salió muy rápidamente de la cúpula técnica y gerencial y en el 2003 sacó a 18.800 trabajadores, para en pocos años duplicar la nómina con personas ajenas al sector. Según el economista Luis Pacheco, “PDVSA se convirtió en una constructora de casas, en repartidora de alimentos, en un instrumento de la política del gobierno y perdió su norte que es explotar el recurso y sacarle el mejor provecho”. Los recursos de PDVSA también fueron destinados a la llamada “petrodiplomacia”, forjando siniestras alianzas con numerosos países de la región al venderles petróleo en condiciones preferenciales o regalándoselo como lo hacen con Cuba.
La magnitud del descalabro no tiene precedentes en la historia del mundo petrolero: en 1999 cuando Chávez llegó al poder, Venezuela producía 3,5 millones de barriles diarios; en el 2013, año de su muerte, la producción se había reducido a 2,25 millones de barriles: en diez años de gobierno de Maduro, con unos costos de extracción que se han triplicado, Venezuela ha disminuido su producción a 700.000 barriles diarios.
Los regímenes socialistas suelen hacer purgas con frecuencia, ya sea para afianzarse en el poder o para infundir pánico entre sus colaboradores. Stalin y Mao eran virtuosos en estas sangrientas depuraciones. Desde 1999 los chavistas, y a partir del 2013 Maduro y sus secuaces, han robado sin agüero a PVDSA. Entonces despedir a El Aissami y su equipo exclusivamente por ladrones no es creíble. Otros factores influyeron en esta purga: el más seguro es que el codicioso El Aissami no repartió, como muchos de sus colegas dentro del gobierno esperaban, los 21.200 millones de dólares, que utilizando parcialmente criptoactivos, lograron saquear. Ya en esta columna se ha mencionado que suele haber mucho más muertos durante el reparto del botín que durante el asalto. Finalmente, El Aissami ha podido incomodar las incipientes conversaciones con EE. UU. por su descarada participación en lavado y en narcotráfico. Seguramente la cabeza del exministro rodó por ladrón, codicioso, lavador y narcotraficante, o la combinación de todas cuatro.