Según noticias de prensa, el senador Iván Cepeda reveló un informe de Medicina Legal en el que se confirma la muerte de dos hombres de 17 años, una mujer de la misma edad y otro menor de 13 años en un reciente bombardeo en Chocó, cuando el ejército estaba persiguiendo a alias Fabián (el líder del Eln de mayor nivel que todavía permanecía en Colombia). Cuando dieron con Fabián, dado que liquidar a este asesino era por supuesto un objetivo legítimo, se autorizó el bombardeo. El senador Cepeda envió una carta al Consejo de Seguridad de la ONU y a la representante especial para la Infancia y Conflictos Armados, en la que asegura que los bombardeos se volvieron un patrón, alertando que Colombia sigue realizando estas operaciones militares en zonas en las que se sabe que hay altos índices de reclutamiento de niños, niñas y adolescentes.
El senador Cepeda, al señalar que hay bombardeos en los teatros de guerra donde hay párvulos, omite mencionar que utilizar menores en el conflicto es un patrón sistemático en todo el país por parte de los grupos alzados en armas. Según reciente informe del Instituto de Ciencia Política, más de 18.000 casos de reclutamiento forzado por parte de las Farc han sido documentados, casi el 70 % con menos de 15 años. No existe la menor duda de que el Eln y las disidencias de las Farc mantienen la política inhumana de reclutar menores en sus filas para convertirlos en “máquinas de guerra”. Con absoluta certeza, muchos de estos menores son violados y con frecuencia “ajusticiados” (como llaman los sediciosos el asesinato). Con seguridad jamás la ONU (y mucho menos la CIDH) va a recibir una comunicación del senador Cepeda o de los integrantes del Pacto Histórico denunciando estos hechos.
Un reciente editorial de El Espectador afirmaba: “No se trata de excusar el reclutamiento forzado al afirmar que no se pueden realizar operaciones militares cuando haya menores en los campamentos. Por supuesto que no. Sí se trata de que, por andar en la lucha de las relaciones públicas, no olvidemos que niños, niñas y adolescentes son siempre, siempre, siempre, víctimas de la guerra”. Si bien el editorial tiene razón, los medios deberían contribuir a informar a los colombianos y, de paso, al mundo entero, que no son las fuerzas del orden las que reclutan los párvulos, sino los criminales del Eln y de las disidencias que los incorporan, los violan y los ajustician. La indignación del mundo entero se debe dirigir es en contra de los narcoterroristas.
En su misiva a la ONU, el senador Cepeda añade que Colombia utiliza “el bombardeo por encima de otros métodos”. Para los simpatizantes de la subversión, no debe haber ningún tipo de operación “en zonas de alto reclutamiento forzado de menores”. Lo que pretenden los narcoterroristas es que, al utilizar de manera sistemática e indiscriminada a menores en todas las zonas y los teatros de combate, no haya ningún tipo de operación militar en contra de ellos. Eso de que existan “zonas de alto reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes” es un sofisma de distracción: donde hay narcotraficantes, con certeza hay menores reclutados a la fuerza. Los terroristas, contando con la presencia permanente de niños, aspiran construir “domos antimisiles” para que se prohíban operaciones militares en las zonas de conflictos, incluyendo los laboratorios y los cultivos. Es una propuesta bellaca y cobarde, respaldada por idiotas útiles.