Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Pocos ponen en duda que la situación actual de Argentina es crítica y que el descontento con el peronismo ha llegado a niveles de ebullición. Con una inflación anual que sobrepasa el 113 %, una tasa de pobreza del 40 % y una reducción dramática en el poder adquisitivo, más de la mitad de los argentinos solo pueden comer una vez al día.
Para sorpresa de sus detractores, que no son pocos, las encuestas marcan que la mitad de los argentinos que respaldan a Javier Milei para la presidencia tienen menos de 30 años. El respaldo a Milei, que ganó en 16 de las 24 provincias, radica en todas las clases sociales y en todas las edades, indistintamente del género. A manera de ejemplo, en Villa Lugano, uno de los barrios del empobrecido sur de Buenos Aires, Milei sacó el doble de votos que en los barrios más acomodados de la ciudad. En un reciente artículo en el diario El País, la investigadora Valeria Brusco afirma que los votantes de Milei “no comparten un mismo programa… los unen el enojo y la esperanza de un cambio”. Brusco señala que, a diferencia de la salida colectiva propuesta por la izquierda, la ultraderecha hace énfasis en soluciones individualistas: “Yo cuido mi casa, mi comida y que no me entren a robar”. La periodista Débora Rey hace un ejercicio retórico: “¿Qué tienen en común un carnicero, un repartidor en bicicleta, una estudiante de medicina de una familia acomodada y un joven nacido en una de las barriadas más pobres de Buenos Aires? El hartazgo. Y su apoyo a Milei, que cuenta entre sus seguidores con millonarios y pobres, trabajadores formales e informales, jóvenes y ancianos, habitantes de grandes ciudades y de poblados alejados y de distintos perfiles ideológicos. Pero todos coinciden en algo: desean un cambio político y económico drástico”.
Milei no anda en rodeos o circunloquios. Sus propuestas son concretas, aunque muchas de ellas de difícil realización: dolarización; eliminación del Banco Central; mano dura contra la delincuencia; fin de los privilegios de la política tradicional; reforma a la educación pública por medio de cupones gratuitos que se destinarán a los estudiantes, no a los establecimientos educativos.
El “León”, como lo apodan en el país austral por su desordenada melena, lanza demoledoras frases:
-“La verdadera grieta es entre los que laburamos y nos rompemos el lomo generando riqueza, y los parásitos de la política”.
-“Estamos ante el final del modelo de la casta, ese modelo basado en una atrocidad que dice que donde hay una necesidad hay un derecho, pero se olvida de que ese derecho alguien lo tiene que pagar”.
-“Hemos logrado construir esta alternativa competitiva que no solo dará fin al kirchnerismo, sino que, además, dará fin a la casta política parasitaria chorra (ladrona) e inútil que hay en este país”.
-“El socialismo es una máquina de generar miseria”.
Apostilla: Afirmaba Thomas Jefferson que la vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo para tener sometida a la otra parte. El proyecto del gobierno por medio del cual se promueve la movilización y organización campesina es de una inconcebible torpeza, o el preámbulo a una dictadura, o el primer baldado de gasolina para incendiar a Colombia en una guerra civil.
