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Nefasta y destructiva

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Mauricio Botero Caicedo
02 de agosto de 2008 - 08:27 a. m.
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POCOS HAN PUESTO EN TELA DE JUICio la seriedad y rectitud de Juan Camilo Restrepo. Varios, entre los cuales se encuentra quien escribe esta nota, no siempre han estado de acuerdo con sus opiniones y actuaciones, especialmente aquellas cuando desempeñaba, a finales de la década pasada, el Ministerio de Hacienda.

En entrevista reciente en El Tiempo (junio 23/08), el ex ministro afirma: “La estrategia del Banco de la República fue nefasta y destructiva. El haber mantenido al país durante 1997 y 1998 con tasas de interés 25% reales fue uno de los detonantes de la crisis financiera. Esa experiencia muestra lo peligroso que es que un banco central suba desmesuradamente las tasas”.

Uno no puede estar más de acuerdo con el ex ministro. Un Banco Central independiente puede y debe contribuir al crecimiento de la economía y al bienestar de la población, pero tiene igualmente una gran capacidad de ahondar las crisis y causar daños irreversibles. Buena parte de la profunda crisis que atravesó Colombia entre 1998 y el 2002, como lo señala Restrepo, fue por culpa del equivocado manejo de las tasas de interés por parte del Banco de la República.

El financista inglés Walter Bagehot, en su excelente libro Lombard Street, aconsejaba a finales del siglo XIX que en épocas de crisis financiera la única forma de evitar el pánico general y la profundización de ésta era que los bancos abrieran de par en par las compuertas crediticias. “El Banco de Inglaterra…”, advertía Bagehot, “…debe asfixiar los pánicos prestando su dinero con rapidez, liberalidad y energía, pero cobrando intereses punitivos”.

Lo que ocurrió en Colombia a finales del siglo pasado fue todo lo contrario: la hoguera desatada por las equivocadas políticas macroeconómicas del gobierno de Samper, en especial el desbordamiento del gasto público, y del Emisor en el manejo de las tasas de interés, fue avivada con gasolina por parte de las autoridades. En vez de abrir las compuertas crediticias para ayudar a subsanar la crisis, la Superintendencia Bancaria decidió ahorcar el crédito endureciendo irracionalmente las provisiones y los encajes.

Al sector real no se le dio ningún apoyo y se le dejó a la deriva. El dinero es exactamente igual al estiércol. A medida que se esparce puede ser de inmenso beneficio, pero si se amontona no sirve para nada. Los bancos, por estrictas instrucciones de la Superintendencia, no prestaron más y la gente dejó de gastar. La crisis se hizo inevitable.

En la misma entrevista el ex ministro afirma: “La política de tasas altas reventó a la economía, al sector productivo, a la banca, a la gente... El Emisor cometió errores serios al defender un modelo cambiario que no funcionaba. Juan Camilo Restrepo en su libro Diálogos sobre la crisis financiera (Biblioteca Jurídica Diké, 2008), señala en la introducción: “La crisis fue controlada a un costo extremadamente bajo si se le compara con lo de otros países, y la recuperación fue relativamente rápida si se mira la gravedad de la situación”.

No comparto las apreciaciones del ex ministro en su libro. Por una parte, el país ha debido crecer un 16% en esos cuatro años. De hecho, el crecimiento durante ese cuatrienio sólo fue el 0,5%, siendo el costo indirecto de la crisis por lo menos el 15,5% del PIB. Hay otros costos que son inmensamente difíciles de cuantificar, como la quiebra de innumerables empresas y la pérdida, para millares de colombianos, de sus viviendas. Pretender que el costo de la mayor crisis económica del país en su historia fue sólo el 1% del PIB no se ajusta a la realidad.

Otro aspecto que no comparto en la apreciación del ex ministro es en que la recuperación fue relativamente rápida. La verdad es que el país sólo empezó a recuperarse en 2002, seis largos años después del inicio de la crisis. Para muchos seis años es una eternidad.

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