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El libro de Leonardo Padura, Morir en la arena, es un magistral ensayo sobre la violencia, la marginalidad, la corrupción y la descomposición social de la sociedad cubana de hoy día. Los personajes de Morir en la arena están marcados por el desencanto, la falta de expectativas reales y la imposibilidad de escapar de su entorno: atrapados en la pobreza, la falta de horizontes y la violencia cotidiana, Padura muestra cómo los habitantes de la isla viven hoy en condiciones de precariedad material y social, y en su escrito deja constancia literaria del derrumbe total de una dictadura que, después de 66 de años de estar en el poder, sigue obligando a los cubanos a portar “la libreta de racionamiento”, confesión silenciosa de la incompetencia del modelo económico que jamás fue capaz de garantizar producción, eficiencia ni abundancia. Para casi la totalidad de la izquierda, la catástrofe cubana es culpa del embargo parcial de EE. UU. Excusa tonta y sin fundamento: ¿acaso dicho embargo prohíbe sembrar yuca, criar gallinas, ordeñar vacas, pescar atunes o generar electricidad?
La frase recurrente en el libro de Padura, “nos estamos pareciendo a Haití”, más que una metáfora del colapso social, es una denuncia en la que el hambre y la escasez son las principales características de la Cuba de hoy: “Muchas veces Rodolfo sobrevivía gracias a los envíos monetarios o materiales, las benditas “donaciones” que, advertía la hija, ella hacia con gusto pero solo porque él era su padre, mientras proclamaba su rechazo por el país natal, convertido según ella en una satrapía, dictadura, tiranía comunista, un sistema que maltrataba a sus gentes, en resumen, un sitio que la deprimía, la enfermaba y al cual por solo eso le resultaba tan arduo volver, decía y repetía (…) los cubanos parecían condenados a ser la croqueta del pan con croqueta: una masa maleable, freída en manteca hirviente y luego oprimida entre dos fuerzas empeñadas en aplastarla antes de triturarla y, al final de un proceso, convertida en mierda”.
Padura también deja entrever el futuro que depara a los cubanos: “La precariedad económica había llegado al punto que se advertía que en cualquier momento el gobierno podía decretar la terrífica Opción Cero, con la cual lo inquietaba —cero todo, decían— e implicaba un proceso a través del cual se vaciarían las ciudades moribundas y, en caravanas de parías, como en un éxodo bíblico, se llevaría a la genta a vivir en comunas campesina, donde comerían en ollas colectivas y cagarían en los matorrales”.
En las épocas de Fidel, el Estado cubano aplicaba una draconiana política de represión para los intelectuales que criticaban al régimen, aunque fuera de manera indirecta. Hoy Padura puede escribir cosas (que llevaron a la cárcel al poeta Herberto Padilla) porque el sistema cambió de táctica, mas no de principios. Cuba sigue siendo un Estado totalitario donde, con contadas excepciones, no se permite la disidencia.
Apostilla. Las gravísimas acusaciones y las peleas intestinas entre el círculo íntimo del primer mandatario ponen en evidencia la sentencia de que hay “muchas más muertes en el reparto del botín que durante el asalto”.
