En reciente artículo del diario El País, de España, la periodista Catalina Oquendo señalaba que la Unidad Nacional de Protección (UNP) se ha convertido en una entidad opaca que es el centro de un escándalo que involucra tráfico de drogas y uso de vehículos oficiales para cometer delitos. Un documento reciente de la UNP revela que hay alrededor de 4.500 vehículos, entre convencionales y blindados, que son tomados en arriendo por empresas rentistas, negocio controlado por un mercado concentrado y cartelizado. Según el portal Las2Orillas, “En julio del 2021, Rebecca Sprösser fue expulsada del país. Se le señalaba de haber alterado el orden desde la Primera Línea en Cali durante lo que se conoce ahora como el ‘estallido social’”. Dos años después de su expulsión, doña Sprösser regresó al país, el pasado 10 de febrero.” Parece ser que alguien del Pacto Histórico (¿Gustavo Bolívar?) ordenó que a la alemancita se le prestara seguridad en su estancia en el país. Por las críticas ante el anuncio, la UNP explicó que la defensora de DD. HH. regresó al país a cerrar el duelo y visitar a la familia de su noviecito. Falta a la verdad la UNP, ya que doña Rebecca es exclusivamente una bailadora de salsa, no una defensora de DD. HH. Lo de Rebecca Sprösser, a la que se le colocó camioneta blindada y escoltas, es una vagabundería de muchos quilates. ¿Desde cuándo los contribuyentes tenemos que brindarle protección a una alemancita salsera que viene a alebrestar a la “primera línea” en Colombia? ¿Quién la graduó de defensora de DD. HH.?
Por otro lado, desconcierto fue lo que el autor de esta nota tuvo al oír por primera vez el video en que la representante Susana Boreal afirmaba que “fuma marihuana bastante regular”. El desconcierto se basaba en que el salario de la representante (de $35 millones más los $9 millones que se le pagan al noviecito) debería ser suficiente para comprar marihuana de mejor calidad… ¿creepy hidropónica, por ejemplo? Pero al volver a escuchar el video me di cuenta de que doña Susana lo que trataba de expresar era que sus trabas no eran con marimba de inferior calidad, sino cotidianas. Otras entrevistas con la representante (de nacimiento Gómez Castaño) dejan entrever que los porros diarios no son exclusivamente una actividad nocturna. Boreal, su nuevo apellido, significa que cuando las explosiones y llamaradas solares alcanzan cierta intensidad, enormes cantidades de partículas son arrojadas por este astro al espacio, que es exactamente lo que debe sentir doña Susana después de aspirar el bareto. ¡Con razón cambió de apellido!
Haciendo de lado la marihuana, con lo que los contribuyentes nos sentimos ofendidos es que la congresista tenga en nómina a su noviecito, Christian Guzmán. Todo indica que el inamorato de Susana no cuenta con un título profesional ni tecnológico que le pudieran acreditar al cargo que le dieron en la unidad de trabajo legislativo. Guzmán, parece ser, acreditó tres años de experiencia laboral, certificación firmada por Gustavo Bolívar en la cual algunos, como el abogado Daniel Briceño, consideran irregular y don Bolívar en su momento aclarará si incurrió o no en falsedad en documento privado. Colombia les paga a los congresistas 32 veces el salario mínimo. Además de sobrepagarle, ¿los contribuyentes tenemos adicionalmente que cubrir el salario de los amiguitos de la “turra” boreal?