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La pregunta que titula este artículo en realidad debería ser: ¿quién mató a J.C. Penney, Neiman Marcus y J. Crew? Y si uno se espera unas semanas o meses más podrá agregarles muchos más minoristas a este interrogante. Según una revista especializada, “más del 60 % de las compañías minoristas en Estados Unidos ha cerrado temporalmente desde marzo, pero las tiendas por departamentos ya estaban debilitadas mucho antes de eso. Los estadounidenses no tienden más a hacer sus compras bajo un mismo techo. Cuando compran ropa, por ejemplo, acuden a T.J. Maxx, Target, Walmart y tiendas en línea”. Es decir, las semillas de las quiebras de cadenas como J.C. Penney ya habían sido sembradas con muchos años de anticipación.
En reciente charla virtual con varios amigos, uno de ellos argumentaba que el causante de la bancarrota de J.C. Penney era Amazon. Me mostré escéptico, sobre todo cuando vi que las ventas de ropa en Amazon, siendo importantes, no son más del 12 % de sus ingresos. Y si bien durante la crisis del COVID-19 las ventas virtuales de Amazon han aumentado de manera importante, las de sus dos principales competidores online, Target y Walmart, han aumentado aún más. Otro interlocutor argumentó que la pandemia había matado a estas tres grandes marcas. La pandemia se encargó de poner la puntilla final, mas las tres ya mencionadas estaban tocadas de ala hacía varios meses, por no hablar de años. Otro participante le adjudicó la culpa al fin del comercio de ladrillo. Es decir, que las tiendas de ladrillo y mortero tienen los días contados; pero, como veremos a continuación, este argumento no se sostiene en los hechos.
La verdad es que a J.C. Penney, Neiman Marcus y J. Crew las mataron dos cosas: la primera es que simplemente no pudieron adaptarse a los cambiantes gustos de los consumidores. Por contra, tres importantes marcas mundiales, Zara, H&M y Uniqlo, han dominado durante lustros el mercado de la moda para hombres y mujeres. Estas tres cadenas de tiendas no solo han demostrado una enorme capacidad de anticipar los caprichos de los consumidores, sino que la rotación de inventarios es más frecuente que la de la mayoría de sus competidores. Adicionalmente, Zara, H&M y Uniqlo tienen muchas más tiendas, mejor localizadas y con precios más accesibles que los de tiendas como J.C. Penney, Neiman Marcus o J. Crew.
Hay otro responsable de la muy segura desaparición de buena parte del comercio minorista en EE. UU, que los fondos de inversión privados private equity han financiado las compras apalancadas de estas marcas, lo cual suele pasar desapercibido. Estos fondos de inversión privados, cuyo objetivo es el lucro a corto plazo sin tener en cuenta las consecuencias a mediano y largo plazo, una vez tomaban el control obligaban a las firmas como Neiman Marcus y J. Crew a endeudarse hasta el tope de su capacidad; pero en vez de utilizar los recursos de los fondos para ponerse a tono con los deseos de los consumidores, los utilizaban para repartir dividendos a los inversionistas. El resultado de la miope política de los private equity es que diez de cada doce bancarrotas en el sector minorista habían sido apalancadas por estos fondos. Los fondos de private equity no solo propician endeudamientos irresponsables, sino que arrasan con los activos más valiosos de las empresas. Acompañados de cargos administrativos prohibitivos, las torpezas de los fondos privados hacen que las quiebras de estos minoristas sean casi inevitables.
