“En el Estado moderno, las clases con intereses opuestos no son tanto la burguesía y el proletariado como la clase que paga impuestos y la clase que vive de ellos”.
Nicolás Gómez Dávila
El destino de los gobernantes populistas, principalmente los de izquierda, es que, en vez de dejar economías productivas, dejan economías subsidiadas, clientelares e insostenibles. Los subsidios que no son puntuales y dirigidos a las personas en su situación de pobreza y vulnerabilidad perpetuán la miseria. Por lo general, cuando los subsidios se vuelven permanentes, los subsidiados regresan a su condición de miseria. En un artículo de hace varios años, el exministro Alejandro Gaviria afirmaba: “Los ‘sisbenizados’ gozan de atención gratis en salud, no pagan colegio, reciben alimentación y muy pocos están al día con los servicios públicos. Cuando la gente se entera de que puede pertenecer a este régimen, se enfrasca en demostrar su pobreza... Los subsidios no van a resolver el problema de la pobreza. La clave está en el empleo y, sobre todo, en la generación de oportunidades laborales para los colombianos sin educación superior, sin habilidades laborales… La informalidad se ha convertido en el refugio para millones de trabajadores. Los subsidios son un elemento adicional de la estrategia de rebusque. En el mejor de los casos, los subsidios son un paliativo; en el peor, una forma de habituarse a la penuria”.
En línea con lo afirmado por Gaviria, el economista Roberto Angulo en días recientes afirmaba que la mejor estrategia será aquella que logre la simultaneidad de las dos condiciones: “Es decir, aquella que consiga elevar el PIB al tiempo que logre un cambio distributivo en favor de los pobres, y esto se va a dar no con cualquier transferencia de ricos a pobres, o con transferencias ilimitadas, sino con el aumento del poder adquisitivo de los pobres por la vía, entre otras cosas, del acceso a recursos productivos”.
Aceptando que ningún país del mundo ha salido de la pobreza a base de subsidios, es un error estigmatizarlos en su totalidad. En Colombia, los subsidios a la educación y a la vivienda han mostrado sus bondades. A inicios de siglo se pusieron en marcha Familias en Acción y Jóvenes en Acción; y el programa de asistencia para la tercera edad Adulto Mayor. Hace unos meses Cielo Rusinque, exdirectora del DPS, afirmó que estos programas eran “limosnas”. Daniel Gómez, exdirector de Planeación Nacional, le ripostó: “Si son limosnas, son limosnas muy costo eficientes, porque han tenido efectos muy positivos”.
El problema con los subsidios es que no son gratuitos. Al final del día los paga alguien, usualmente el contribuyente. Demógrafos en Colombia estiman que la fecundidad mínima necesaria para mantener la población ha disminuido, conllevando a que cada día sean menos los que pagamos impuestos y más los que viven de ellos. El futuro no es promisorio.
Apostilla: adulterar aplausos en un video es deshonesto. Adulterarlo de manera tan torpe que pone en evidencia la manipulación, dejando en ridículo a quien dicha adulteración pretendía favorecer, es aupar la deshonestidad con la torpeza. Los responsables del fiasco, sin embargo, siguen atornillados en sus puestos.