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En la historia universal de las elecciones, lo que ocurrió el pasado domingo en Venezuela, ni por la magnitud, ni por lo basto, tiene parangón. Tanto Edmundo González como María Corina Machado, con el 85 % de las actas de votación en su mano, van a demostrar que su victoria, por más de cuatro millones de votos, fue avasalladora. Los informes de la Comisión Electoral, presidida por un pobre diablo con el estrambótico nombre de Elvis Amoroso (¿Elvis Tramposo?), solo transcribían las instrucciones dadas por la camarilla perversa de gánsteres. Venezuela, que está bajo el férreo yugo de un régimen gansteril, como lo señala el analista Juan Carlos Méndez Guédez, hoy es “un país cuyo resultado supera el sueño de Pablo Escobar: un narco-Estado cuyos únicos objetivos son la estafa y la rapiña”.
No suelo cacarear predicciones, pero el 17 de marzo pasado había pronosticado en esta columna: “El próximo 28 de julio se llevará a cabo en Venezuela un simulacro de elecciones en las que ya hay un ganador. Ese día, ante el rabioso aplauso de la ‘Lavandería de São Paulo’ (antes conocida como el Foro de São Paulo), será proclamado por tercera vez Nicolás Maduro como presidente de Venezuela…”. Y si bien la hoy ‘Lavandería de São Paulo’ mantiene su objetivo de desestabilizar las democracias en el hemisferio, hoy su principal tarea, con la ayuda de Rodríguez Zapatero (un mediocre que inexplicablemente llegó a la presidencia de la península ibérica), Bojote y otros zurdos, es lavar y blanquear la imagen de dictadores como Maduro.
Ante el burdo y criminal fraude en Venezuela a muchos no les va a quedar fácil:
- Sostener, como lo han hecho varios miembros del Pacto Histórico, que el sistema de elecciones de Venezuela no solo es confiable, sino que es un ejemplo. Igualmente, argumentar que se trata de “autodeterminación y soberanía” de los pueblos, en vez de un vulgar y monumental fraude.
- Insistir, como han hecho Chevron y otras petroleras ante el gobierno en EE. UU., que les permitan reactivar la industria de hidrocarburos en Venezuela. Tampoco importar gas, como pretende hacer Ecopetrol. Toda operación mercantil solo beneficiaría a la casta gansteril.
Los países democráticos del mundo entero deben tener claro que los chavistas nunca, repito, nunca van a dejar voluntariamente el poder. Los gánsteres, que han oficializado la tortura, el chantaje y el asesinato como patrones normales de conducta, seguirán indefinidamente atornillados.
Elección que ponga en juego el poder de los chavistas es y va a seguir siendo un ejercicio infantil, ya que, con la complicidad de un ejército vendido, cualquier resultado que no favorezca al régimen gansteril será adulterado. Diosdado Cabello, el estratega de los gánsteres, lo ha dicho de manera contundente: “Ganamos y punto, aquí no vamos a mostrar actas ni vamos a permitir auditorías. Se los dije: nunca vamos a entregar el poder”.
Apostilla: La ruindad de Rodríguez Zapatero respecto a Venezuela ha llevado a reconocido periodista y escritor Arturo Pérez-Reverte a afirmar: “Si todavía fuera el reportero que fui, dedicaría una temporada a investigar a fondo el papel que el omnipresente Rodríguez Zapatero hace y lleva haciendo desde hace mucho tiempo en Venezuela”.
