En una estupenda página en El Espectador, cuyo concepto gráfico es autoría de William Niámpira, se explica la diferencia entre votar y elegir. Votar, se expone, es el acto de depositar una papeleta en una urna sellada. Elegir, en cambio, es tener la capacidad de escoger entre opciones distintas; rostros diferentes. En Cuba, desde que los Castro llegaron al poder, se puede votar, pero no se elige. Todo candidato tuvo que ser aprobado por la Comisión de Candidatura, entidad que obviamente no aprueba la postulación de un opositor al Gobierno. Igualmente, para los 470 escaños solo se aprobaron 470 candidatos. Para todo efecto práctico, si bien en Cuba se puede votar, el voto no sirve para nada.
En Colombia, el Gobierno trató de enchufarnos una reforma política que en buena hora fue hundida y, de alguna forma, se pretendía que los colombianos votáramos, pero no eligiéramos. Con listas cerradas, privilegiando con prebendas a aquellos congresistas ya elegidos, se hubiera fracturado de manera importante nuestra capacidad de elegir libremente. Las listas cerradas hubieran permitido a los dueños de los partidos armarlas de una manera antidemocrática, escondiendo de paso a los indeseables. La reforma posibilitaba el transfuguismo, cuya meta era atraer al Pacto Histórico congresistas colaboradores y revivía la puerta giratoria entre el Congreso y los ministerios.
Por otro lado, pareciera que la Vicepresidencia y el Ministerio de Salud nos quieren embutir los médicos cubanos. Según la BBC, “Un reportaje del diario estadounidense The New York Times publicado el pasado marzo citaba a médicos cubanos destinados en Venezuela que describían cómo tuvieron que persuadir a pacientes para que votaran por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), incluyendo acciones como denegarles tratamiento a partidarios de la oposición y hacer proselitismo en las casas con medicinas de regalo para sobornar a los indecisos”.
Es de público conocimiento que buena parte los mal llamados médicos que envía Cuba son de la milicia y la inteligencia, y no poseen especialización médica alguna. En un descarado acto de “trabajo esclavo”, a la llegada a su destino las autoridades les retiran a los pocos médicos su pasaporte y les retienen el 80 % del salario que les entrega el país receptor. ¿Seremos tan faltos de ética que contratamos a los “esclavos del siglo XXI”?
Apostilla 1: No deja de causar sospecha que, ante una cuestionable compra de Monómeros Colombo Venezolanos, el presunto adquiriente, Ecopetrol, niegue de plano que está en sus planes la operación. Igualmente sorprende que en cabeza de este negocio no esté Ecopetrol, ni los ministerios de Minas y de Agricultura, sino el embajador en Caracas, Armando Benedetti. Asombra que se hable de cifras (US$300 millones) cuando no existe una valoración seria y confiable. Con penetración del mercado de solo un dígito, Monómeros no es esencial para la seguridad alimentaria del país. En este negocio, como en el de importación de gas de Venezuela, póngale la firma que hay gato encerrado.
Apostilla 2: La editorial Harper Collins va a reeditar todas las novelas de Agatha Christie para eliminar toda palabra ofensiva. ¡Los imbéciles han triunfado y no hay alternativa diferente que rendirse ante ellos!