En medio de tanta mención autocomplaciente de “ser el último de los Aurelianos”, es oportuno repasar lo que sobre el coronel Aureliano Buendía decía su madre, Úrsula Iguarán (Cien años de soledad, Edición RAE, pág. 270): “Se dio cuenta de que el coronel Aureliano Buendía no le había perdido el cariño a la familia a causa del endurecimiento de la guerra, como ella creía antes, sino que nunca había querido a nadie, ni siquiera a su esposa Remedios (…). Vislumbró que no había hecho tantas guerras por idealismo, como todo el mundo creía, ni había renunciado por cansancio a la victoria inminente, como todo el mundo creía, sino que había ganado y perdido por el mismo motivo, por pura y pecaminosa soberbia…”. Carlos Granés, en reciente artículo para La Silla Vacía, no solo cita el anterior parágrafo, sino que resalta los desvaríos de la soberbia: “Porque el delirio del revolucionario es ese, la soberbia, el vicio que los lleva a creer que saben lo que es bueno para la humanidad en abstracto —así trastorne la vida de individuos—, y a convencerse de que en sus visiones se encuentran las respuestas a las necesidades del pueblo, la nación o el mundo entero, una ventana a un futuro tan perfecto que bien vale la pena sacrificar a toda una generación por ella”.
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Volviendo a Cien años de soledad, aparece en dicha obra el “sabio catalán”, el erudito dueño de la librería en Macondo, lugar en el que Aureliano Babilonia encontraba los libros que necesitaba para descifrar los manuscritos de Melquíades. Cuenta la historia que Gabo basó el personaje del sabio en el librero Ramón Vinyes, un brillantísimo miembro del Grupo de Barranquilla, el círculo al cual perteneció no solo García Márquez, sino otros intelectuales como Álvaro Cepeda Samudio. Pero en este siglo de los tweets, de Cataluña no nos llegan eruditos como Vinyes sino funestos personajes como Xavier Vendrell quien, según el diario ABC de España, es un viejo integrante del grupo terrorista Terra Lliure que tiene “un historial que incluye investigaciones por corrupción urbanística y su relación con grupos rusos que han sido motivo de preocupación para las autoridades españolas”. Habilísimo operador político, Vendrell (detenido en el 2016 por delitos de desórdenes públicos, malversación, tráfico de influencias y blanqueo de capitales) colaboró durante la campaña presidencial de Gustavo Petro como responsable por la operación de testigos electorales. Hoy el catalán “organiza encuentros”, indistintamente sean reuniones en Madrid con el zar del contrabando, Papá Pitufo, para donar 500 millones de pesos a la campaña, o charlas íntimas en medio del Consejo de ministros con el jefe del Gabinete. ¿Asumimos que no era para hablar de fuets?
Entre el exterrorista y “organizador de eventos” y el “sabio catalán” hay una distancia sideral. Sería deseable poder devolverles a los catalanes a Vendrell y que nos envíen a un nuevo Ramón Vinyes. Ilusión vana y utópica ya que es más probable que Vendrell haga parte del nuevo gabinete, a que sea devuelto a Cataluña.
Apostilla: Colombia es un país de frases lapidarias que limpian lo inlimpiable: ¿quién puede olvidar el “fue a mis espaldas”? ¿Y qué tal el “me acabo de enterar”? Hoy ingresa a nuestro léxico “No sabía quién era…”.