Publicidad

Ciencia y redes sociales

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Mauricio García Villegas
25 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

¿Por qué los jóvenes de hoy creen menos en la ciencia que sus similares de hace medio siglo? Hace 15 días escribí sobre eso, a propósito de una encuesta francesa en la que se muestra cómo, si en 1972 el 55 % tenía una visión positiva de la ciencia, hoy solo la tiene el 33 %, y si la visión negativa era del 6 %, hoy es del 17 %. Una de las razones que pueden explicar este sorprendente fenómeno, decía en mi columna, es que en las últimas décadas se ha impuesto la idea (a mi juicio amañadamente extraída de los libros de Michel Foucault) de que todo está contaminado por la política y de que nada ni nadie, ni siquiera un científico, es neutral o inocente. También dije que podría haber una segunda razón: las redes sociales. Ahí me quedé.

El 41 % de los jóvenes, según la encuesta, tiende a creer que un influencer con muchos seguidores en TikTok es confiable y una tercera parte cree que las fotos y los videos que circulan en las redes son una fuente confiable de información. El 33 % cree que “las vacunas contra el COVID-19 causan daños irreversibles en los cuerpos de los niños”. Posiciones y porcentajes similares se encuentran en muchos otros temas como, por ejemplo, el cambio climático o las mentiras de Trump.

Los jóvenes no son los únicos afectados por las redes sociales, por supuesto. En una encuesta hecha en 2017 en los Estados Unidos por More in Common, se muestra cómo, si bien solo el 15 % de las personas tiene opiniones políticas radicales (8 % de demócratas y 7 % de republicanos), en las redes sociales esos radicales representan un 63 %. Con los moderados pasa lo contrario, son mayoría pero en las redes participan poco (19 %). Es muy probable que los porcentajes sean aún más dramáticos cuando se refieren solo a jóvenes. El hecho es que cada vez hay más indicios (no solo encuestas) de que las redes sociales están menoscabando la visión de los hechos (fake news) y propiciando la creencia en teorías conspirativas.

Pero, claro, no todo es nocivo en las redes sociales y tal vez esa confusión entre cosas positivas y negativas sea la que dificulta su valoración y su control. Las redes han ampliado la participación política y en muchos casos han hecho visible la corrupción del poder. Las protestas de la llamada Primavera Árabe y las más recientes en Irán no habrían sido posibles sin la comunicación en redes. Pero los efectos nocivos parecen también muy evidentes. Señalo algunos: 1) sobrevaloran a los radicales y desaniman o incluso espantan a los moderados; 2) fomentan el individualismo en detrimento de partidos políticos y movimientos sociales organizados; 3) no les dan espacio a los expertos; 4) idolatran lo sencillo, lo simple, lo que tiene una sola pieza, lo que dice “sí” o “no”, y excluyen lo complejo, lo matizado, lo que dice “sí, pero” o “no, pero”; 5) propician la grandilocuencia y la hipérbole; 6) no penalizan la deshonestidad intelectual; 7) no ofrecen mecanismos para resolver las diferencias; 8) subestiman los hechos, y 9) desechan la memoria, o casi, en beneficio del frenesí del debate público.

En síntesis, privilegian lo afectivo y lo inmediato, pero van en detrimento de lo racional y de lo pausado, lo cual es connatural al espíritu científico y también al buen debate democrático. Los jóvenes, que se sienten más atraídos por lo emocional y lo veloz, son más vulnerables al engaño que circula por las redes. Pero no hay que perder de vista que la mayoría no pierde el buen juicio. Sólo una minoría se deja enredar; lo que preocupa es que esa minoría esté creciendo.

Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.