El oficio de columnista tiene sus sinsabores. Uno de ellos es constatar la falta de sintonía entre lo que uno cree que es importante y lo que los lectores piensan. Tal vez la suerte de una columna depende más del tema y del tono que de su calidad. Por ejemplo, si escribo contra algún personaje conocido, digamos el presidente, lo pongo en el paredón y denuncio, de manera asertiva e inapelable, lo que ha hecho, me llueven los comentarios y los “likes”. Pero si muestro las complejidades de un tema, digamos la falta de Estado en las regiones, con sus vericuetos y sus grises, casi nadie reacciona. La mayoría de los lectores buscan...
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