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El tema de las columnas

Mauricio García Villegas

14 de julio de 2023 - 09:05 p. m.

El oficio de columnista tiene sus sinsabores. Uno de ellos es constatar la falta de sintonía entre lo que uno cree que es importante y lo que los lectores piensan. Tal vez la suerte de una columna depende más del tema y del tono que de su calidad. Por ejemplo, si escribo contra algún personaje conocido, digamos el presidente, lo pongo en el paredón y denuncio, de manera asertiva e inapelable, lo que ha hecho, me llueven los comentarios y los “likes”. Pero si muestro las complejidades de un tema, digamos la falta de Estado en las regiones, con sus vericuetos y sus grises, casi nadie reacciona. La mayoría de los lectores buscan ideas simples, que confirmen sus convicciones y ojalá con un acusado a bordo. Más que hechos para entender lo que pasa, quieren eslóganes fáciles para seguir en la pelea.

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Esto que digo para ilustrar mi sinsabor no es, sin embargo, del todo cierto. El hecho de que una columna reciba pocos comentarios no significa que sea mala o que a los lectores les disguste. Eso ocurriría si ellos, o incluso una muestra representativa de ellos, dieran su opinión sobre todo lo que leen, es decir, si cada columna tuviese su propia encuesta. Pero ese no es el caso.

No es el caso, pero parece serlo: con el auge de las redes sociales y en particular con la posibilidad que ofrecen los botones de “me gusta” y de “compartir”, nos hemos metido la mentira de que esa encuesta sí existe y de que por lo tanto el valor de una columna se mide por las reacciones que suscita. No es así. El grupo de lectores que ponen “likes” o que comentan no es representativo de los lectores en general. Se sabe que allí, en ese grupo, el porcentaje de recalcitrantes, irracionales y saboteadores es mucho más elevado que el que existe en la sociedad. En el mundo de antes los imbéciles estaban aislados, nadie o casi nadie los oía. Hoy tienen un megáfono y miles de seguidores. Tal vez por eso, por el disgusto que produce ver tanto dislate, los moderados se aburren y se van. Un recalcitrante, en cambio, no se amilana con los insultos; al contrario, eso es lo que persigue: no que le den la razón, sino que lo vean. Así pues, los moderados están subrepresentados. Por eso Chris Bail, en Breaking the Social Media Prism, sostiene que la polarización que vemos en las redes sociales es una falsa polarización.

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Pero aquí también hay que hacer una salvedad. La polarización es falsa en la medida en que no es representativa, pero incide en la opinión pública y en el voto ciudadano y eso la hace real. El gran peligro de las sociedades actuales es que la gente termine votando, a partir de lo que ve en las redes sociales, por los candidatos más disparatados. ¿Se acuerdan de algo?

Así las cosas, si un columnista quiere incidir en el debate público y sobre todo no quiere que los imbéciles o los radicales lleguen al poder, ¿qué debe hacer?, ¿sobre qué debe escribir? Cada cual escoge su camino. En mi caso, el pesimismo que me produce el rumbo que han tomado las sociedades actuales todavía no me ha derrumbado la ilusión de que a la mayoría de los lectores les interesa entender, más que vociferar. Mientras esa ilusión subsista seguiré escribiendo mis columnas, o al menos la gran mayoría de ellas, sin la mira puesta en un sujeto apostado en el paredón y desestimando el falso sinsabor de la falta de “likes”.

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