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La política, necesidad y adicción

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Mauricio García Villegas
19 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.
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Las campañas presidenciales empiezan cada vez más temprano. Vamos por la mitad del período del actual Gobierno y ya vemos aflorar la confrontación entre candidatos. Al paso que vamos las elecciones van a terminar como las competencias deportivas: una vez se conoce al ganador empezamos a pensar en la próxima carrera. Pero no deberíamos olvidar que la competencia política, a diferencia de la deportiva, es un medio para lograr algo (escoger el mejor gobierno posible), no un fin en sí mismo.

La política toca algunas de las fibras emocionales más sensibles de nuestro cerebro y tal vez eso nos ayude a entender lo que está ocurriendo. Los seres humanos tenemos predisposiciones innatas (emociones inscritas en la biología cerebral) que encauzan nuestro comportamiento sin que seamos conscientes de ello. Entre esas predisposiciones hay dos particularmente sensibles al juego político. La primera es el cotilleo, más conocido como chisme. Todos los seres humanos (como los simios) dedicamos una buena parte de nuestras vidas a rumorar, a indagar quién es quién, qué hacen, con quiénes se acuestan, quiénes son sus aliados, qué traman, etc. En sus orígenes, el Homo sapiens no solo tuvo que defenderse de las fieras y de otros enemigos sino de los competidores internos y por eso la evolución nos preparó para estar pendientes de los demás, para hablar de ellos, catalogarlos, ensalzando a los nuestros y despotricando de los otros. La intriga y la comidilla no se limitan a los culebrones de la televisión o a la gente ordinaria. Están en todas partes, también en la academia, en los conventos y, por supuesto, en la política.

La segunda predisposición es el tribalismo. Los seres humanos somos grupistas por naturaleza y defendemos a los nuestros como a nosotros mismos. Esto también tiene una explicación evolutiva. El grupo con individuos dotados de un material genético dispuesto al sacrificio por el grupo tuvo más posibilidades de sobrevivir y nosotros somos uno de ellos. A estas alturas de la evolución el tribalismo ya no es fundamental para nuestra supervivencia, pero los genes no saben de eso y siguen operando en nosotros como si cada día tuviéramos que enfrentar una nueva batalla con nuestros enemigos.

La política es una actividad que satisface bien esas pulsiones innatas. Claro, también sirve para lo que creemos que sirve, es decir, para escoger a nuestros gobernantes; pero esta función, más racional y sosegada, está siendo opacada por aquellas pulsiones primarias. Todo esto se ha agravado con la llegada de medios de comunicación que obtienen beneficios exacerbando las pasiones políticas.

La sociedad de consumo, que detenta esos medios de comunicación, se vale de una lógica endemoniada: satisface nuestras necesidades de información y comunicación, pero al mismo tiempo aviva las pasiones más primarias para capturar nuestra atención de clientes encadenados. Los celulares, que nos hacen la vida más fácil y al mismo tiempo nos vuelven adictos, son un buen ejemplo de lo que digo, y la nueva revista Semana, con ese maridaje entre periodismo, chismografía, amarillismo y partidismo político, parece apostarles a esos demonios.

Nada de lo que he dicho sugiere acabar con la política o con los medios de comunicación. Solo alerto sobre el hecho de que la política tiene hoy una doble condición: es una necesidad y una adicción a la vez; una necesidad porque sin la deliberación, que es la esencia de la política, la democracia no existiría, y una adicción porque subordina nuestra libertad a nuestras pasiones más primarias, como el cotilleo y el grupismo.

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Bernardo(31155)19 de diciembre de 2020 - 06:31 p. m.
¿Un jurisconsulto calificando a la política de adicción? No puede ser político ni, por tanto, jurisconsulto.
Bernardo(31155)19 de diciembre de 2020 - 06:30 p. m.
tenemos predisposiciones innatas ... la peor de ellas, la de arrodillarnos ante cerámicas celosamente guardadas en templos vacíos donde está enterrado el dios del mercadeo más exitoso: El Vaticano.
Judith(76151)19 de diciembre de 2020 - 03:05 p. m.
Luego entonces, el tribalismo es y seguirá siendo indispensable para nuestra supervivencia. El individualismo nos llevará a la destrucción. La humanidad se salvará cuando podamos ver a los demás como fines en si mismos.
Javier(18622)19 de diciembre de 2020 - 01:56 p. m.
Uno pensaría que los columnistas deberían ocuparse en serio de problemas, con ingenio, conocimiento y razonamiento cualificado. Por el contrario, que trivialidad.
Oscar(5340)19 de diciembre de 2020 - 12:48 p. m.
Esos "malvados genes" se pueden controlar con manipulación, con el miedo, con los dogmas, con sanciones, con violencia, pero también se pueden re-direccionar de manera positiva con educación, con cultura.
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