Publicidad

Sobre la crispación actual

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Mauricio García Villegas
01 de mayo de 2021 - 03:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Hace unos meses escribí una columna sobre la costumbre actual de derribar estatuas de personajes históricos. Decía yo que no tenía una opinión clara al respecto y que me parecía que el asunto era demasiado complejo para responder con un sí o con un no. Tenía claro, eso sí, que me molestaba el moralismo de los derribadores de estatuas y en particular esa manera simplista como juzgan el pasado.

Pero no quiero hablar de ese tema sino partir de ahí para plantear una pregunta más general, que es esta: ¿cómo resolver conflictos sociales en una situación de extrema crispación, como la que vivimos hoy en día?

Empiezo con lo de la crispación. En los últimos años, décadas, se han juntado una serie de factores que han disparado el malestar social en este país de malestares. Llevamos demasiados años con problemas acumulados (desigualdades sociales ofensivas, ausencia de una reforma agraria, subversión armada, falta de Estado en las regiones, corrupción, politiquería, educación pública sin calidad, narcotráfico, etc.) que por ser todos difíciles de resolver parecen haber sido declarados, por la clase política, como inexistentes. Llevamos también demasiados años, décadas, gobernados por políticos de derecha que combinan la mediocridad técnica con la indolencia social. A todo esto se agrega una pandemia devastadora que ha matado a mucha gente, destruido una buena porción de la economía, acentuado los rasgos más desafortunados del sistema económico (como la desigualdad) y aumentado la incertidumbre y la desconfianza ciudadana.

En esta situación de rabias acumuladas mucha gente siente el impulso de cancelar todo diálogo con los gobernantes y de esperar una solución fáctica que acabe con lo que tenemos y que construya, a partir de las cenizas, una nueva sociedad. No me refiero a las personas que salieron a marchar pacíficamente el miércoles pasado; su protesta me parece justa y necesaria. Me refiero a la actitud fatalista de suprimir el diálogo con las autoridades y dejar que todo se resuelva por las vías de hecho o por la dinámica propia de su degradación.

No me gusta esa actitud por al menos tres razones: 1) Padece, como en el caso de los derribadores de estatuas, de un moralismo que reduce todo el problema a la lucha entre buenos y malos, desconociendo cualquier posibilidad de que haya cosas buenas en los malos y cosas malas en los buenos. 2) Desconoce las enormes dificultades que entraña la tarea de gobernar un país y, peor aún, un país en pandemia. La incompetencia del Gobierno actual no puede llevar a pensar que las soluciones son fáciles. Quien busca el cambio social tiene la responsabilidad de hacerse la siguiente pregunta: “Bueno, ¿yo qué haría si estuviera al mando?”. Esa respuesta no solo debe dar soluciones, sino soluciones viables y sostenibles, que no acaben con la sociedad y la economía, como ocurrió en Venezuela. 3) Suele ser contraproducente. Los poderes políticos y económicos saben muy bien cómo salir fortalecidos de ese tipo de revoluciones maximalistas y desordenadas que carecen de un proyecto viable y claro. La historia de este país está llena de ejemplos en los que las propuestas conservadoras, incluso retardatarias, han salido fortalecidas con el fracaso de las soluciones violentas, radicales, revolucionarias, etc.

Por eso no me gustan las soluciones de todo o nada (como la de tumbar estatuas) que creen que la indignación justa es suficiente, como en las películas de Hollywood, para que la justicia triunfe. En este momento de crispación es cuando más necesarias son la reflexión y la calma, lo cual, repito, no excluye la protesta pacífica.

Conoce más

 

Manuel(66071)02 de mayo de 2021 - 06:00 p. m.
La mayor parte de los honrados con estatuas han sido bandidos santificados o cadáveres cuyos descendientes les soban la barriguita en época de elecciones. Así estatuas como la del "insigne" Laureano G, El mismísimo Bolívar cuyo retrato escribió Marx, Jiménez de Q o el Cadáver Mágico de los NEOLIBERALES, ideología que se convirtió en causante de la tragedia nacional que no acaba.
Mauricio(59114)02 de mayo de 2021 - 04:46 p. m.
Reducir la cuestión a “Bueno, ¿yo qué haría si estuviera al mando?” es eso, un paradójico reduccionismo. Su idea termina en una equívoca igualación entre “soluciones de todo o nada” y quienes preguntamos: Bueno: ¿yo qué SENTIRÍA si fuera (p.ej.)padre de alguno de los 6402?
jose(33220)02 de mayo de 2021 - 01:50 a. m.
le recuero algo señor columnista 1 esta situacion demostró que uribe nunca fué un buen estadista (analistas polticos muy reconocidos lo dijeron ) 2 que uribe solo es un lider para tiempos de guerra y 3 lo mas doloroso que a falta de ideas y buenas intenciones Uribe nuevamente se encomendó ayer a LOS 12 APÓSTOLES.
Lorenzo(2045)02 de mayo de 2021 - 12:57 a. m.
"Tumbar estatuas como en las películas de Hollywood" En Iraq y Medio Oriente la "crispación" de la guerra acabó hasta con el nido de la perra -patrimonios milenarios= memoria cultural pura. En 'tiempos que ya declinan': ¿levantar estatuas a mercenarios hace que íconos "eternizadores del pasado" se asimilen a patrimonio cultural? ¿O será, solamente, jolivudiana expresión de violencia simbólica?
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.