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Sobre la obligación de vacunarse

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Mauricio García Villegas
31 de julio de 2021 - 05:30 a. m.
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El miércoles de esta semana miles de personas salieron a las calles de París para protestar contra las medidas tomadas por el gobierno de Emmanuel Macron en relación con el COVID-19. Tales medidas contemplan, por un lado, la exigencia de que los miembros del personal de salud se vacunen y, por otro lado, la necesidad de obtener un pasaporte sanitario como requisito para tener acceso a ciertos lugares. No solo en Francia, la tierra de Louis Pasteur, aparecen movimientos en contra de la vacunación. En los Estados Unidos, el país con la investigación científica más avanzada del planeta, la cuarta parte de la población no quiere vacunarse. Algunos antivacunas tienen motivaciones absurdas, como la de creer que el medicamento contiene un chip destinado a controlar su mente. Otros tienen argumentos más debatibles, como el de que no se conocen sus efectos de largo plazo o el de que no hay que confiar en las farmacéuticas por su falta de transparencia y ambición desmedida.

El hecho es que los antivacunas van en contravía de los esfuerzos que hoy se hacen para superar esta pandemia. Siendo así, ¿pueden las autoridades hacer obligatoria la vacuna? El Estado no puede obligar a nadie a vacunarse, pero sí puede imponer restricciones: la de no poder ingresar a ciertos sitios o la de no poder ejercer cierto oficio (por ejemplo, el de enfermero en un hospital). Es cierto que el Estado tampoco puede intervenir en la decisión de una persona cuya acción u omisión tiene consecuencias graves para su salud (por ejemplo, negarse a recibir una quimioterapia), pero sí lo puede hacer cuando esa decisión tiene consecuencias graves para otras personas. Este es el caso de la vacuna contra el COVID-19: la población no vacunada facilita la circulación del virus y con ella los riesgos de mutación del mismo, lo cual amenaza a toda la población, incluso a los vacunados. Así, los que no se vacunan no solo se ponen en peligro ellos mismos, sino que ponen en riesgo a los demás y sobre todo dificultan las políticas sanitarias destinadas a superar la crisis.

Esto me lleva, para terminar, a un comentario más general sobre dos ideas que últimamente han caído en cierto descrédito, pero que con la pandemia han recuperado algo de su relevancia. La primera es la idea de ciencia. Es increíble que todavía persistan grupos de decenas de millones de personas (en los Estados Unidos, para empezar) que piensan que detrás de la ciencia hay un poder oculto que viene tras ellos. Claro, no son todos los antivacunas pero sí son una buena parte de ellos. Uno quisiera que la charlatanería fuera socialmente menos impune, pero no es así. Sin embargo, en el caso del COVID-19, dada la afectación a terceros, el Estado sí puede restringir la libertad de aquellos que con su decisión de no vacunarse ponen en peligro a los demás. La segunda es la idea de deberes para con la comunidad, también muy desprestigiada en las últimas décadas (una buena parte de la derecha solo cree en la libertad y una buena parte de la izquierda solo cree en los derechos) pero que, con la pandemia, ha cobrado cierto prestigio pues sin el deber de solidaridad, incluso planetaria, la superación de esta crisis será más difícil.

A mediados del año pasado muchos dijimos que esta pandemia era una oportunidad para conseguir un mundo con mayor aprecio por la ciencia y con más solidaridad. Llevamos más de un año de pandemia y todavía tengo la ilusión de que lo estamos logrando.

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Gilma(45808)02 de agosto de 2021 - 12:08 a. m.
Ahora, y es realmente alarmante, en los países más vacunados, el virus ha aumentado de forma alarmante. Es necesario reflexionar muy seriamente y ver los pro y los contra al momento de aplicarnos la inyección y no sólo escuchar a los que quieren convencernos de vacunarnos por medio del miedo y la manipulación, que es una forma de coartar nuestra libertad.
Gilma(45808)01 de agosto de 2021 - 11:58 p. m.
No estoy en contra de las vacunas cuando éstas ofrecen resultados óptimos. Son necesarios muchos estudios y pruebas. Esta terapia génica está en etapa de estudio y no sabemos sus consecuencias a largo plazo. Hay problemas con esta inyección, riegos e incertidumbres. Es necesario leer, informarse y no estar condicionados a los medios de comunicación masivos.
Yamil(31918)01 de agosto de 2021 - 03:07 a. m.
Si el virus es tan agresivo por que en una familia no tod@s se contagian?, además persiste el bajo porcentaje de personas que se complican.. Que paso con la estadística del resto de enfermedades desaparecieron? Por qué no hay seguimiento adecuado de las personas que se vacunan cuando tienen efectos adversos? El que tenga miedo pues se vacuna y punto
Judith(76151)31 de julio de 2021 - 11:10 p. m.
Los anti vacunas exhiben una desconfianza básica, borderline con la paranoia. Es casi imposible que cambien sus ideas, estas los hace sentir seguros. Sus derechos terminan donde empiezan los de los vacunados; con ellos, la ley! Vacuna obligatoria.
Ewar(6960)31 de julio de 2021 - 08:01 p. m.
Yo tengo 76 años, estoy sano, no estoy vacunado, por lo tanto no tengo virus para distribuir, llevo más de 30 años fortaleciendo mi sistema inmunitario y no quiero que artificialmente lleguen anticuerpos a suplir lo que tengo, esta vacuna específica genera muchas dudas desde todo punto de vista pero si me ponen una pistola en la cabeza tendré que vacunarme. Me cuido mucho.
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