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El avión, el automóvil, la televisión, el teléfono celular, la internet, todos forman parte de uno los capítulos más significativos de la historia de la humanidad. Los pasajeros de los siglos XX y XXI seremos objeto de mucho interés por la civilización que exista en el siglo XXX. Es posible que esa generación habite lejos de la tierra y que nos estudien mucho más fácilmente de lo que nosotros hemos estudiado a nuestros predecesores de siglos pasados, que no usaban la fotografía, el video o los archivos digitales.
El primer presidente negro de los Estados Unidos pondrá al siglo XXI en el ranking de las centurias memorables. También lo hará la llegada al Vaticano del primer papa suramericano y no europeo. Quisiera incluir en este inventario futurista el campeonato mundial de fútbol para Colombia pero pasaría de un inventario fáctico a un delirio del deseo, pero lo que sí resulta juicioso resaltar es que el hecho más significativo e importante del siglo XXI, aquel que le daría acento a estos cien años aun si los eventos señalados arriba no hubieran existido, no tiene nada que ver con la tecnología, con la ciencia o la política.
El logro más trascendental que se le debe apuntar a este siglo pertenece a dos de las dimensiones más inexactas del viaje del hombre. A dos de las materias más caóticas de las ciencias de las que se ha ocupado el pensamiento: la sociedad y la estética.
La tilde del siglo XXI es puesta por la humanidad misma en una revolución que aparenta no serlo y que vive flagrantes batallas cada segundo en álgidos y sangrientos enfrentamientos que superan el conflicto petrolero o religioso.
El gran aporte de la humanidad al futuro de sí misma tiene ruidosos y estériles enemigos en la ultraderecha, en el fundamentalismo religioso y en la moribunda Tradición Familia y Propiedad. El paso de gigante del que seremos precursores, para lo que quiera que venga, a pesar de todo, porque trae la fuerza de la verdad en su composición esencial y así como nada pudo hacer el oscuro clérigo con la verdad heliocéntrica del cosmos tampoco habrá opción para los Trump, los Uribe y los Ordóñez frente al más trascendental y gran logro de la humanidad hasta el momento: la libertad de decidir la inclinación sexual y la estética de la apariencia del individuo. Solo por esta razón valió la pena haber estado aquí.
