Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Pepito

Mauricio Navas Talero

23 de enero de 2017 - 05:31 p. m.

Fue usted el que me convenció de lo fastidiosos que son los lugares comunes y ahora estoy tratando de honrarlo y no traicionar su mandamiento. ¿Será lugar común este apuro que tengo de dejarle por escrito, antes de que se vaya del todo, que lo amo?

PUBLICIDAD

Voy a desobedecerle, no tengo remedio. Qué tal este agradecimiento con fervor que necesito expresarle por haberme dado ejemplo. Este es el momento de la conversación en el que me hace falta que usted se burle de mí y de mi respeto, y de usted y del respeto. Pero sí, Pepito, usted me enseñó a respetar el trabajo, usted, con la gentileza que emanaba en todas su acciones, me mostró que la televisión tenía que ser respetada por quienes la hacemos, y por engolado que le parezca lo que le voy a decir, usted me dio ejemplo cuando lo vi tratar con la misma gentileza a la diva y al asistente de cámara. No quiero olvidar cuando en Romeo y Buseta me pidió que fuera al set y le pidiera a un actor que omitiera un parlamento en el que podría ofenderse a los campesinos, porque aunque era un buen chiste se construía a costa de la dignidad de seres invisibles y anónimos que para usted eran la razón de ser de su trabajo. Los televidentes.
 
Antes de usted todo era de mentiras. Bogotá era “la capital”, El Tiempo y El Espectador eran El Diario y en la televisión se “cenaba”. Fue usted quien nos dejó ver nuestras casas, nuestras calles y a nosotros mismos. Fue usted, Pepito, el que propuso que la sencillez es la forma más honesta de ser artista y por eso muchos no le creyeron, porque usted era una golondrina en un invierno preñado de petulancia, arrogancia y vanidad. Porque, Pepito, para usted el artificio, el exceso, la estridencia eran trampas que un artista honesto no debería usar jamás. Tampoco el grito o la ofensa en el set, eso tampoco era lo suyo. Lo suyo eran la seducción, la risa y el trabajo hecho un placer, por eso el maltrato, la arrogancia y la grosería no llegaban al set ni a la página que lo ocupaban.
 
Tengo la seguridad de que hay paz en su alma, por eso no es necesario elevar oraciones. Más bien, Pepito, elévelas usted para que no se nos olvide que ser artista, como usted, exige entender que el arte genuino se compone de coraje, humildad y sencillez; exige, como lo hizo usted, no negociar con los principios y, como lo hizo usted, no ponerles precio a los valores. Pepito, ruegue por nosotros, porque con su partida nos vamos quedando cada vez más solos.

Read more!
Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.