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Para enfrentar la crisis económica global y local, los principales bancos centrales del mundo –la Reserva Federal de EE.UU., el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra– han recortado sus tasas de interés en las últimas semanas.
Lo mismo han hecho otras instituciones similares en el resto del planeta, con el ánimo de darle un alivio financiero a las familias, las empresas y los gobiernos para que puedan consumir e invertir más, reanimando así a sus debilitadas economías.
Sin embargo, en Colombia esto no ha sucedido. El Banco de la República se resiste a rebajar el costo del dinero. La justificación del Emisor es que la inflación sigue disparada y por lo tanto es indispensable conservar una política monetaria contraccionista (altas tasas de interés) para quitarle fuerza al alza en el costo de la vida.
Esa no es una buena decisión, porque ahora la prioridad debe ser la batalla contra la desaceleración económica –puesto que están en juego cientos de miles de empleos– y por lo tanto mucho convendría hacer de inmediato un recorte importante en el costo de los créditos para que las empresas no se vean obligadas a disminuir sus nóminas. Respalda además esta tesis la creencia de que, como consecuencia de la crisis financiera global, los precios de los alimentos y los combustibles seguirán bajando en los próximos meses, aliviando así las presiones inflacionarias.
Pero parece ser que la mayor preocupación del Banrepública no es la inflación sino el riesgo de una devaluación acelerada del peso. Porque comienzan a soplar varios poderosos vientos en contra de la cuenta corriente de nuestra Balanza de Pagos, por culpa de la crisis económica global: la caída en los precios de los productos básicos que exportamos, la merma en las ventas a EE.UU., Venezuela y Ecuador, un menor volumen de remesas, la disminución del ritmo de inversión extranjera, y la reducción del crédito externo. La sumatoria de lo anterior haría que el déficit en cuenta corriente superase el 5% del PIB, nivel que probablemente induciría una depreciación significativa y veloz de nuestra moneda. Para evitarla, o al menos moderarla, el Emisor conservaría relativamente altas las tasa de interés locales, porque un elevado diferencial de tasas de interés (interna versus externa) desestimula la venta de la moneda local para comprar dólares.
Ojalá que ésta no sea la receta de nuestro banco central. Porque esa fue la que aplicó hace casi una década, con resultados fatales para la economía colombiana.
