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Alemán matoneado por española

Mauricio Rubio
30 de septiembre de 2021 - 04:00 a. m.

Por casualidad me enteré de un conflicto de pareja que desafía varios estereotipos de la mujer víctima universal pregonados desde el fanatismo.

Conocí a Frank por Libry, una amiga barranquillera brillante y polifacética que ejerce como abogada en Barcelona. “¡Tienes que hacer públicos los atropellos contra un hombre bondadoso que sólo quiere que le dejen ver a su hija!”. Hablé largo con él y lo primero que pude constatar fue simpatía, tranquilidad, serenidad y una total falta de rencor y amargura contra Lucía, española nacida en Cataluña con la que mantuvo una traumática relación, que le secuestró a la hija y varias veces lo ha denunciado falsamente de agresiones. Le han puesto multas y lo han detenido pero siempre ha sido absuelto. “En la última el juez le pidió disculpas por las injusticias anteriores. Una vaina nunca vista”, anota Libry.

De padres separados, Frank se casó, tuvo hijos muy joven y su primer matrimonio falló cuando “se cortaron los canales de comunicación” y no supieron “tramitar los desacuerdos” por el trabajo de ambos y la crisis económica. En un portal de encuentros conoció a Lucía, tuvieron un romance de seis meses por chat y él viajó a buscarla a Barcelona para llevarla a vivir a Berlín, donde trabaja como arquitecto. Ella era funcionaria encargada de formar jóvenes en un programa del ayuntamiento.

Sólo después de vivir con ella Frank supo que Lucía era lesbiana y había tenido tres relaciones largas con mujeres. En la última, con una policía que la maltrató y golpeó, habían tratado de tener un hijo por inseminación artificial que falló. Al separarse, Lucía buscó ser madre soltera pero tampoco lo logró. La hija que tuvo con Frank nació en Berlín y los primeros años fueron de relativa tranquilidad, aunque ella nunca se adaptó: no aprendió alemán y a pesar de tener muchos proyectos en mente, que cambiaban con inusitada frecuencia, no logró sacar ninguno adelante por no querer emprender la capacitación requerida. Por ejemplo, cuando quiso dedicarse a hacer planos arquitectónicos en 3-D se puso furiosa porque Frank le recordó que para eso necesitaba estudiar y entrenarse por lo menos durante dos años.

A lo largo del matrimonio tuvieron discusiones recurrentes relacionadas con la reticencia de Lucía para contribuir a los gastos del hogar. Estaba siempre a la espera del trabajo ideal que nunca llegó. Él soportaba mal sus frecuentes cambios de planes sobre lo que le gustaría hacer con su vida. A pesar de esas desavenencias, Frank recuerda con precisión el día en que su matrimonio se vino a pique súbita y definitivamente. Él estaba dormido y roncaba. Lucía le hundió un dedo en el ojo y él, asustado, se despertó tratando de quitar con su brazo lo que le molestaba tanto. Ella inmediatamente le dijo que le había hecho un daño muy serio y amenazó con denunciarlo por haberla golpeado. Desde ese momento el comportamiento de ella cambió. Empezó a repetir con insistencia que quería devolverse con su hija para España.

Una hipótesis de Frank sobre las verdaderas razones de Lucía para separarse fue el cambio de barrio donde vivían en el centro de Berlín hacia uno a las afueras de la ciudad con mayor interacción con otras familias. “Se sentía incómoda. Para ella siempre fue importante comparar nuestro nivel de vida con el de los demás”. El otro punto que le molestó fue constatar que después de siete años de vivir en Alemania aún no podía mantener una conversación corriente en una lengua que nunca aprendió.

En síntesis, ante la dificultad de adaptarse a un ambiente de trabajo serio y exigente, y apenas tuvo la oportunidad, Lucía consideró más cómodo y expedito devolverse a España con su hija alegando que era víctima de un hombre violento.

Tras el incidente del ronquido y el ojo pasaron dos meses tensos antes de un viaje a España para fin de año con la familia de Lucía. Para Frank el viaje fue una pesadilla. Dos días antes de Navidad, frente al supermercado, ella le quitó las llaves del carro alquilado y ante un transeúnte hizo un gesto señalando que su marido la iba a golpear. Se fue sola con su hija a casa de su madre, donde se encerró. Frank durmió en un hotel. En medio de discusiones por chat sobre la necesidad de que ella le devolviera las llaves del carro, él le pidió que negociaran los términos de la separación, pero a partir de ahí todo pasó a hacerse en los juzgados.

Abundan juristas sin escrúpulos que viven de procesos de divorcio temerarios promovidos por mujeres caprichosas, mediocres y sin principios que dicen ser dominadas y maltratadas por algún hombre. Frank volvió con su primera esposa y recuperó la custodia de su hija gracias a Libry, una compatriota de bandera.

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Megas Alexandros(2475)09 de diciembre de 2021 - 05:00 p. m.
Tomar la parte por el todo y utilizar un caso particular para hacer las generalizaciones que usted hace aquí, también denuncia una falta absoluta de sentido crítico.
Rocio(21165)01 de octubre de 2021 - 02:50 a. m.
Importante que nosotras las mujeres también nos pongamos en los zapatos de estos hombres que son víctimas de seres humanos femeninos, no felices. Y abriéndonos a que estos casos también pasan y que se conocen creo y asi lo siento, me sensibiliza como ser humano.
Jaime(64690)30 de septiembre de 2021 - 10:46 p. m.
Toma partido y no contrasta con la otra parte porque, ¿para qué? "no ve que la fuente es una amiga mía". Pero, solo por la discusión, digamos que todo es verdad. ¿Entonces qué? ¿Toda la lucha de las mujeres se debe ir al c4rajo porque, ya ve, también hay hombres maltratados y mujeres sicópatas? O el propósito será publicitar a su amiga. Vergüenza por donde se vea.
Jaime(64690)30 de septiembre de 2021 - 10:45 p. m.
Toma partido y no contrasta con la otra parte porque, ¿para qué? "no ve que la fuente es una amiga mía". Pero, solo por la discusión, digamos que todo es verdad. ¿Entonces qué? ¿Toda la lucha de las mujeres se debe ir al carajo porque, ya ve, también hay hombres maltratados y mujeres sicópatas? O el propósito será publicitar a su amiga. Vergüenza por donde se vea.
Sebastián Velásquez(26455)30 de septiembre de 2021 - 10:03 p. m.
Anécdota singular e irrelevante, aunque haya miles, que no hace contrapeso a la violencia estructural que padecen las mujeres. Tenía en mejor estima al columnista, al que he leído poco. Lo que sí vale la pena resaltar es que dentro de esa violencia estructural, el sistema judicial, cuando se trata de líos familiares, también de forma estructural tiende a beneficiarlas.
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