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Antiguos punks, artistas y músicos, gobernaron la capital de Islandia entre 2010 y 2014 con excelentes resultados. “No podemos dejarle la política a los políticos”, recomienda el exalcalde.
Jón Gnarr, humorista y comediante fundador del Mejor Partido —grupo anarcosurrealista de Reykjavik— fue elegido con promesas de campaña peculiares: suministro de toallas en las piscinas públicas, un oso polar para el zoológico, transparencia sostenible y un parlamento libre de drogas. Todo empezó con un sketch para televisión basado en un político meloso que prometía esta vida y la otra. Con crisis financiera y multitudes protestando en las calles, el programa fue retirado. Aunque no era el momento para el humor, Gnarr se encariñó con su personaje, crápula pero divertido. Hizo algunos videos, los colgó en Youtube y montó un portal parodiando el de un partido político con el eslogan “¿Por qué votar por los menos buenos si puede votar por el Mejor Partido?”. Cuando aumentaron las visitas reclutó colaboradores.
Los antecedentes de Gnarr no fueron los de un hombre público. Hijo de una mujer conservadora y un policía estalinista, desde niño le cogió disgusto a la política por las diatribas incendiarias de su padre. Vago en el colegio, aprendió a leer a los 14 años; todos lo consideraban un idiota y por eso decidió ser payaso. Consiguió varios trabajos marginales y a los 20 tuvo una hija. La paternidad lo convenció de que debería ganarse la vida con su vocación de comediante y humorista. En un país tan pequeño, se hizo conocido.
Al lanzarse a la política, el Mejor Partido basó su campaña en dos principios, humor y franqueza. “Después de trabajar toda la vida, ahora queremos estar bien pagos sin hacer nada” anunciaba uno de ellos. En los debates, Gnarr contaba anécdotas. A un periodista que lo entrevistó le respondió varias veces “no tengo opinión al respecto”. Así ganó seguidores; “por fin alguien que lo admite”, comentó uno de ellos. La adaptación de Simply the Best, de Tina Turner, cantada en coro por todos, los hizo famosos: “llegamos a la hora de la limpieza, queremos una ciudad amigable, aseada y cool; hacer las cosas bien no es tan difícil, no aceptamos mediocres, somos los mejores … We are the best for Reykjavik, best city of every week”. A pesar de que los medios pronosticaban una derrota, ganaron las elecciones.
El primer año de gobierno fue difícil por la crisis. Los ingresos municipales habían caído y los gastos eran fijos, pero no se quedaron con los brazos cruzados. Sin recursos, se concentraron en acciones simbólicas: le pidieron a una delegación china liberar presos políticos; Gnarr participó en la marcha gay vestido de mujer; para navidad organizaron el concurso del gato más gordo, y lanzaron el día de los buenos días, invitando a los ciudadanos a saludar amablemente a quien se cruzaran. Tras cuatro años de gobierno, el balance fue favorable. Los anarcosurrealistas sanearon las finanzas, construyeron ciclorrutas, presentaron un plan urbanístico coherente y bien recibido, reorganizaron la educación pública y el turismo aumentó continuamente. Al terminar el periodo, Gnarr anunció su retiro de la política. “Nunca duré tanto en un trabajo”, anotó.
Cuando hace poco recibí una invitación a votar por Julián Andrés Taborda, candidato a la Alcaldía de Medellín, pensé que si viviera allá apoyaría a ese “actor mimo clown”, un Jón Gnarr local, que no promete grandes cosas pero dice unas pocas verdades. Su propuesta es doble: “que la vida no cueste tanto y que matar a un pelao no sea tan barato”; a pesar de la caída en los homicidios, piensa que persiste el miedo, “mucha vuelta, mucha calentura, mucho asesino todavía”. El gran problema es que este mimo fue asesinado en 2013 y por eso su mensaje “No Copio” es más simbólico que el de un sketch del Mejor Partido.
Fuera de romper un statu quo deplorable, no tomarse en serio, no prometer la luna ni buscar atornillarse al poder, una ventaja de políticos totalmente aficionados en un país plagado de corruptos la resumió un miembro del Mejor Partido al evaluar su gestión. “Trabajamos limpiamente. Emprendimos reformas sin ningún dinero. Como artistas teníamos la costumbre de trabajar con presupuestos pequeños, eso nos ayudó. No pretendíamos cambiar el sistema sino simplemente hacer cosas honestas, divertidas, y cool”.
