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La última entrevista de Juanpis González a Petro fue criticada por falta de seriedad o, en el otro extremo, bastante apreciada. Hay más acuerdo en que fracasó. Pero no queda claro para quién.
Me interesó oír este show para clasificar el humor presidencial: si era negro, sarcástico, irónico o simplemente malo. Resultó evidente que las payasadas no correspondidas de Juanpis fueron una disculpa para que Petro, más amable y distendido que con periodistas de grandes medios, repitiera y profundizara sus narrativas. Difícil entender por qué el presidente recibió a Alejandro Riaño, creador e intérprete de Juanpis, “heredero de una familia muy adinerada”, graduado en el Gimnasio Moderno, donde se forma y educa la más rancia oligarquía bogotana, para que le hiciera preguntas impertinentes.
Hay varias posibles explicaciones. Uno, la monumental audiencia de Juanpis. En mayo de 2022, tenía “casi 1,8 millones de seguidores en Youtube”. Como aumentaron 33 %, Petro hubiese buscado parte de ese público. Una chanza pesada para el pueblo, poco hincha de Juanpis. Dos, soñar con cierta inercia política. Riaño apoyó las protestas de 2019 y salió a marchar “contra los Juanpis”. Celebró la histórica victoria en redes. El antipático personaje hubiera podido mantener ese respaldo. Pero desde finales de 2023, como tantos petristas, Riaño se arrepintió de su voto, e hizo pública la voltereta. Eso tenía que saberlo el Gobierno. Así, el sainete habría tenido el insólito objetivo de convencer a un oligarca bastante taquillero que volviera al redil. El Maquiavelo voluntarista es un chiste muy flojo. Tres, Riaño conoce bien la élite rola. Para su personaje observó detenidamente el entorno. “Su voz, sus movimientos, su estilo, están inspirados en personas de la vida real… Los gomelos son impunes en todo”, desde violaciones hasta manejar borrachos. Alguien tan crudo molestó a los ridiculizados, cuya imagen se deterioró. En últimas, entre el pueblo y la oligarquía, ¿quiénes se ríen con Juanpis? Es la pregunta del millón, ala. Evaluar el impacto de la entrevista sobre las adhesiones al petrismo ya es cosa bien seria. El rechazo a Petro no ha sido fortuito. Ha tenido descaches colosales que mucha gente joven, de cualquier “estrato”, no pasará por alto. El más protuberante fue la deslealtad con Francia Márquez, agravada con machismo y racismo, una afrenta que ni siquiera Levy Rincón, leal escudero, perdona.
Hay confusión sobre quién promovió la entrevista. Según Laura Arrieta, “desde Palacio buscaron con insistencia al comediante”. Pero Riaño matiza: “(esperamos) esta entrevista unos dos años y medio, nos buscaron y se dio”. Tal indecisión ilustra la conflictiva relación de Petro con los humoristas. Hace más de un año trinó que “el humor siempre fue usado por las clases populares para burlarse de quienes los oprimían…. después del asesinato de Jaime Garzón terminó usándose al servicio de opresores y narcos…. Los humoristas fueron asesinados, los bufones se arrodillaron al dinero”. Esa generalización gratuita y ofensiva, por supuestos vínculos de un humorista con el Clan del Golfo, provocó la airada reacción del gremio. En esa colada estigmatizada entraría “Sábados felices”, que al empezar el Gobierno del Cambio cumplió 50 años y había entregado 320 centros escolares con la campaña “Lleva una escuelita en tu corazón”.
No es el único mensaje del presidente que alude al gigante del humor. Hace poco trinó: “Jaime Garzón fue mi amigo… Hace 25 años fue asesinado, apagando su humor que hacía reflexionar a las clases populares sobre las realidades del país”. Sin detenerse en la precaria evidencia sobre esa amistad, o si al menos se conocieron, difícil respaldar la figura de Garzón poniendo al pueblo a pensar. Dioselina Tibaná, Heriberto de la Calle o Nestor Elí, portero del edificio Colombia, eran personajes populares ridiculizados que también se burlaban de “los de arriba”, para hacer reflexionar, eventualmente reír y a veces rabiar a la élite social, económica, política, militar y mediática. Las lecciones eran para esas clases dirigentes.
Antonio Morales, creador del Noticiero Quac y muy cercano a Garzón desinfla “el mito del humorista como líder de izquierda. Era un burletero del poder”. Estira la herejía: “si Garzón hubiera podido votar, su candidato habría sido Sergio Fajardo… Más que la política, le interesaba el poder… con imaginación tan poderosa que se inventó haber militado en el ELN” como Heidi. Recuerda que la mayoría de sus amigos políticos eran de derecha, por ejemplo César Gaviria, a quien visitaba en Palacio para los chismes que volvía chistes de sus programas. Morales plantea que Garzón no habría votado por nada que “sonara a Uribe” pero tampoco por Petro a quien “estaría sacándole la piedra para cumplir el sagrado mandamiento del humor político: nadie es digno de ser encumbrado”. Juanpis resultó más manipulable, y mucho menos chistoso, que Nestor Elí.
