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Este impasse exige mujeres

Mauricio Rubio

12 de octubre de 2016 - 11:26 p. m.

La renegociación debe ser primordialmente femenina, con generales que mantengan lo pactado militarmente.

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Resucitaron gallos de pelea ofreciendo la concordia que adeudan hace marras y, de nuevo, sin mujeres. Faltan “voces y aproximaciones femeninas, demasiados machos como pavos reales” anotó una amiga. Por primera vez eché de menos a Mª Fernanda Cabal y Paloma Valencia, que cedieron un protagonismo ganado a pulso. Dudo que políticos pensando en feudos electorales logren que las FARC rebajen sus pretensiones. Servirán tanto como una quermés con velitas, o el Nobel. Se requieren voces nuevas, femeninas, y en La Habana.

Es evidente que faltaron percepciones y prudencia de mujer. La apuesta “todo o nada” perdedora fue un enorme e innecesario riesgo. Inquietudes legítimas y críticas sensatas enfrentaron un coro tan unánime como evasivo. La incongruencia no podía ser mayor: repetir como cotorras que era un acuerdo insuperable, anunciar que con el No indefectiblemente volvería la guerra, caricaturizar a toda la oposición como uribista y ahora rasgarse las vestiduras con cualquier propuesta del supuesto vocero de quienes ganaron el plebiscito. Sin rubor ni asomo de autocrítica, culpan a otros del desastre y en pocos días reclaman perentoriamente una agilidad que nunca le exigieron al gobierno. Ley del embudo a tope.

Una mayoría femenina jamás se habría arriesgado con amenazas, polarización, ni oferta de gabelas sin saber cómo financiarlas. Las mujeres, en promedio, son menos irresponsables y narcisistas que los hombres; más aversas al riesgo, la violencia y la corrupción, empáticas, buenas comunicadoras; tienen mayor conciencia de “los detalles de la implementación de politicas” y captan mejor “efectos en diferentes poblaciones”. Sobre todo, intuyo que no manipularían la paz con fines politiqueros clientelistas, rencillas y retaliaciones, cual pandilleros.

Es indispensable la visión de veras femenina y moderna en unos acuerdos y un debate tan machistas que silenciaron sometimiento sexual y abortos forzados: ni se mencionan en el Opus 297. Un barniz de lenguaje incluyente con “enfoque de género” bastó para que feministas que se indignan con los piropos aceptaran callar este gravísimo ataque, típico de la guerrilla colombiana y documentado más allá de cualquier duda.

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Lo del “mejor acuerdo posible” resultó tan falso como la guerra después del No. Son innumerables las posibles mejoras al Libro 297, que no es sagrado. El simple avance con el ELN ya es una enorme ganancia. Por La Habana pasó mucha gente escogida para no perturbar el guión, nunca de manera desprevenida, ni aleatoria, ni transparente. El esquema lo rompieron al final familiares de los diputados del Valle que lograron en una desgarradora sesión liderada por mujeres más arrepentimiento de las FARC que la delegación oficial en varios años. Esa independencia debe caracterizar la renegociación.

Hago un propuesta simple: cada mujer solvente e insatisfecha con algún punto del acuerdo hace equipo con una congénere de estrato inferior, también inconforme, y consigue financiación, privada, pública o internacional para que ambas viajen a La Habana a renegociar un par de aspectos específicos; por favor, no más enciclopedistas diseñando un nuevo país. También se requiere recoger información balanceada y representativa de la población para esa labor. Hoy por hoy la ignorancia es tal que nadie sabe quiénes votaron Sí, o No, o se abstuvieron, ni por qué. Los análisis agregados por zonas siguen siendo desconcertantes y contradictorios. Es indispensable mejor conocimiento. El Mamotreto 297 falló y los puntos realmente álgidos e impopulares deben identificarse antes de otro plebiscito con varias preguntas; para eso sirve más la evidencia que disquisiciones políticas oportunistas.

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Sólo en mi entorno hay varias mujeres preparadas y dispuestas a ir a Cuba, con reinsertadas de antes, como La Niña, víctimas no filtradas y madres de pequeños delincuentes, que seguro tienen objeciones; en Colombia son cientos, miles. El proceso necesita un empujón de representatividad y pragmatismo, sin dogmas ni mermelada. Es hora de que las empresas relancen el “Soy Capaz” en serio, no como coro de propaganda oficial. Los fondos internacionales para la “industria de la paz” también podrían apoyar mujeres que pulan fricciones y logren mayorías sobre aspectos parciales de los acuerdos. Toca superar la visión de un todo indivisible que salva la paz o condena a la guerra.

Sería emocionante y eficaz una romería femenina importunando comandantes con un arma sorpresiva para ellos: ser desafiados y cuestionados por mujeres. La renegociación no puede quedar sólo en manos del gobierno que, como repitió hasta el cansancio, ya hizo lo mejor que pudo; aún menos lograrán políticos haciendo cálculos electorales. Al respecto, entre las renegociadoras debería estar la próxima presidenta colombiana. En este mar de babas, mujer presidenciable con fondos para recoger información rigurosa y ejercer el liderazgo que se esfumó el 2 de Octubre, tiene el camino despejado. Estamos hartos de gamberros pendencieros aupados por élites voluntaristas con principios tembleques.

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