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La primera dama, la segunda, la tercera…

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Mauricio Rubio
22 de enero de 2014 - 11:00 p. m.
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Un paparazzi sorprendió al presidente francés en motoneta y con casco visitando a su amante Julie Gayet.

Valérie Trierweiler, compañera del mandatario, sufrió un shock nervioso y fue hospitalizada. La idea de que en Francia los deslices de un presidente no incumben a nadie está bien arraigada. La actitud se contrasta con la anglosajona que considera esos amoríos un asunto público. La prensa conservadora inglesa, en efecto, reaccionó duramente señalando que “Hollande nunca se decide y las mujeres lo manejan con un dedo”. Pero la pretensión de que ese tema no interesa a los franceses y que los medios no se inmiscuyen simplemente no es cierta.

Aunque tras las fotos en Closer Hollande se apresuró a defender su intimidad, el affaire se discutió en todos los medios, no sólo los de farándula o de derecha. Y no ha sido para pedir discreción. “El descrédito. Hollande y sus mujeres. Un presidente imprudente” fue la carátula del ExpressLe  Monde también cuestionó varios aspectos de las escapadas a la Rue du Cirque. “Affaire Gayet: las preguntas que Hollande no podrá evadir” sentenció el Nouvel Observateur. “Vida privada, vida pública. La nueva frontera” tituló Libération anotando además que los editoriales en las regiones consideraban catastrófico el asunto. 

La prensa satírica aprovechó el papayazo. El Canard Enchaîné tituló “Después del giro liberal, ¿giro conyugal?  Baile con casco en el Elíseo”. Delirius hizo  un montaje fotográfico de François en piyama alzando una Julie infantilizada. Nicholas Canteloup, un humorista e imitador más irreverente que Jaime Garzón, ha machacado a diario el tema en horario triple A. Presentó la primicia de Kloser con el romance entre Angela Merkel y Leonardo di Caprio. Imitando a Segolène Royal se preguntó quien acompañaría al presidente en su viaje oficial a los EEUU, si la primera dama o la segunda, para recomendar que fueran las dos. Anotó que la dolencia de Valérie es por el virus “coculus première damus” que afecta a las mujeres de los presidentes y recomendó desinfectar el Elíseo. También leyó un aviso clasificado: “Se vende Valosh en excelente estado. Poco usada. Motivo de la venta: cambio por un nuevo modelo. Precio negociable. Contactar a françois@rueducirque.com”.

Sería miope no ver en estas burlas un catálogo de reproches. “Ridendo castigat mores” –la risa castiga las costumbres- recuerda el latinajo. La lista de críticas a Hollande ha sido larga e ideológicamente variada. Se ha recalcado su irresponsabilidad en materia de seguridad, su desconsideración con la compañera oficial, su descontrol libidinoso, su pusilanimidad y su incapacidad para generar confianza. No han faltado dramaturgos y poetas que alaban la audacia y pasión del líder pero lamentan su descuido. Curiosamente, la protesta más radical vino de una organizadora de reinados de belleza, quien pidió la renuncia de Hollande por indigno y machista. “Los hombres tienden a tratar a las mujeres como consumibles y desechables. Que se comporten así ya es intolerable, pero por parte del presidente es simplemente escandaloso”. 

Un detalle elemental es la ambigüedad sobre el estatus de primera dama, la que vive en palacio, con personal a su disposición y un generoso presupuesto. Lo mínimo que se espera de un gobernante que le pide austeridad a los ciudadanos es no mantener con fondos públicos a una ex compañera sentimental cuando ya tiene otra. ¿Por qué no acomodar también a Segolène Royal, madre de sus hijos? Según el entorno cercano de Julie Gayet, no hubo engaño hacia Valérie pues su relación con Hollande ya había terminado. Si eso cierto, fue una indelicadeza con los contribuyentes que ella siguiera alojada en el Elíseo o que ahora se instale en otra residencia presidencial en Versalles. Tal vez los anglosajones tienen más claros los límites entre lo privado y lo público. Y saben que a veces es indispensable meter las narices en la intimidad del poder para supervisar esa delicada frontera.

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